Una de las exposiciones a materiales tóxicos que más ha preocupado en las últimas décadas ha sido la del amianto. Las demandas de trabajadores contra empresas por cánceres contraídos tras haber sido expuestos a este material de construcción, muy utilizado en España hasta su prohibición en 2002, se han ido sucediendo y recordándonos que el riesgo todavía persiste. Los expertos hablan de una segunda pandemia mucho más silenciosa que la que ocupa a diario los titulares de los medios en estos momentos y alertan de que es una pandemia con mucho recorrido por delante.
Solo hay que mirar un poco alrededor para darse cuenta de que el amianto sigue estando presente en muchos sitios. En los patios interiores de vecinos, por ejemplo, todavía se ven numerosas uralitas. A veces estos tejadillos ondulados, uno de los símbolos del amianto, pueden verse incluso junto a patios de colegio donde juegan los niños. Sin embargo, el amianto se encuentra también oculto en numerosas infraestructuras, garajes y edificios, incluyendo viviendas, escuelas e institutos.
Además el amianto ha tenido muchas otras aplicaciones y en algunos países en los que no está prohibido se sigue utilizando. En noviembre de 2020, por ejemplo, la asociación sin ánimo de lucro Environmental Working Group (EWG) detectó restos de amianto en 3 de las 21 muestras de productos cosméticos elaborados con talco y comercializadas en Estados Unidos: dos eran sombras de ojos y una un set de maquillaje infantil. En 2015 también detectó amianto en varias marcas de ceras de colores para niños importadas de China.
Según la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica, en España podría haber un total de 130.000 muertes a causa de la exposición al amianto para el año 2050, un 40% de ellas aún por llegar. En Europa, la cifra de fallecimientos por amianto es de 88.000 personas cada año.
El mero contacto con el amianto no supone en sí mismo un riesgo para la salud, pero sí se convierte en un peligro, con graves consecuencias al cabo de los años, cuando las fibras de las que está compuesto se desprenden al aire y las inhalamos. Esto sucede cuando se manipula el amianto, por ejemplo al romper el material que lo contiene para retirarlo, cuando el material está muy envejecido y deteriorado, o cuando está en un formato fácil de pasar al aire, como los productos de talco sobre los que alerta la organización EWG.
Evitar la exposición al amianto es la única prevención que podemos hacer frente a este problema, pero solo algunos países, como Suecia, tienen desde hace tiempo en marcha un plan con calendario para erradicar el amianto del entorno.
En España se han ido ejecutando intervenciones puntuales desde algunas comunidades autónomas, por ejemplo para retirarlo de las instalaciones en algunas escuelas. Sin embargo, todavía estamos a la espera de que llegue un plan integral para eliminar el amianto, en el que después de años de desidia por fin está trabajando el Ministerio para la Transición Ecológica liderado por la vicepresidenta Teresa Ribera.
El plan para retirar el amianto es una reivindicación no solo de colectivos de afectados y de grupos ecologistas como Ecologistas en Acción, sino también de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), que en junio del año pasado encabezó un manifiesto pidiendo al gobierno la elaboración de una Ley Integral del Amianto. También se han sumado a la petición la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) y la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). "El largo periodo de latencia de las enfermedades del amianto provocaraÌ que tengamos viÌctimas del amianto al menos hasta 2040, lo que podraÌ aumentar si permitimos que continuÌe la exposicioÌn al amianto", explican en el manifiesto.
Finalmente el plan no se está desarrollando en una ley específica para erradicar el amianto, como se reivindicaba, sino dentro del proyecto de ley de residuos y suelos que prepara el Gobierno y que se espera que se apruebe esta primavera. Según informaciones de El País, a día de hoy se sabe que el proyecto obligará a todos los ayuntamientos del país a crear un censo de instalaciones con amianto y un calendario para retirarlo.
El amianto, también conocido como asbesto, es un grupo de fibras minerales naturales muy parecidas entre sí, que se encuentran de forma natural en muchos lugares del mundo y que se caracterizan por ser muy resistentes al calor, la fricción y las sustancias químicas.
Su resistencia y bajo coste de fabricación llevó a utilizarlo ampliamente durante varias décadas en el sector de la construcción para la fabricación de fibrocemento, sobre todo en la segunda mitad de siglo. También sirvió para la fabricación de ruedas y neumáticos e incluso tuvo diversas aplicaciones en el sector textil como material aislante. El nombre del amianto hace referencia a esta propiedad: amianto en griego significa ‘indestructible’.
Existen distintos tipos de amianto, de diferentes colores, compuestos por fibras de sílice y otros minerales, como hierro, calcio, magnesio o manganeso. Estos son los diferentes tipos de amianto, todos de propiedades muy similares:
A partir de finales de los años setenta, ante los evidentes efectos sobre la salud de las personas expuestas al amianto, especialmente en el ámbito laboral, empezó gradualmente a reducirse su uso. Algunos tipos de amianto se prohibieron en los años ochenta y noventa, pero hubo que esperar a su prohibición total en el año 2002 para que dejara de utilizarse y fabricarse del todo en España. Entre los años sesenta y noventa podía encontrarse, de hecho, en numerosos productos manufacturados.
Actualmente se utilizan en su lugar otras fibras igualmente muy resistentes, como las fibras de lana mineral o de lana de vidrio, pero la amplia presencia de este potente carcinógeno en nuestro entorno y la larga latencia de las enfermedades que provoca hacen que cada año sigan diagnosticándose nuevos casos de enfermedad por exposición al amianto y que, como hemos visto, la previsión sea que sigamos teniéndolos durante al menos dos décadas.
En España se calcula, según Avida, la Asociación de Víctimas del Amianto, que hasta 2025 se produzca una tasa de muertes asociadas al amianto de unas 2.300 por año entre la población expuesta hasta 1990. A partir de ese año y hasta el 2040 la cifra empezaría a decrecer y se situaría en unas 700 muertes por año entre la población expuesta a partir de los 90, sobre todo en los procesos de demolición y reparación de estructuras y edificios.
Sin embargo, los expertos alertan de que, si no se actúa con rapidez, el envejecimiento de los materiales que contienen amianto podría aumentar la exposición ambiental en los próximos años. Pese a su gran resistencia, el amianto tiene una vida útil de unos 30-35 años, al cabo de los cuales empieza a degradarse, con la correspondiente liberacioÌn de partiÌculas al medio ambiente. Los datos dicen que el 65% del amianto instalado entre los anÌos 1960 y 2000 ya ha finalizado su vida uÌtil, y desde Ecologistas en Acción alertan de que "en el 2030 lo habraÌ hecho el 87 %, y en el 2040, el 100 %".
"Una hebra de asbesto aumentada 1.000 veces se ve un poquito más grande que un cabello humano", advierten desde Avida. Por eso, por el hecho de ser tan diminutas, cuando estas fibras se desprenden pueden permanecer en el aire durante mucho tiempo y ser inhaladas.
Muchas de las fibras, al inhalarse, son captadas por las mucosas de las vías respiratorias y eliminadas en unas horas, pero algunas pueden escapar a la acción protectora de la mucosa y descender por las vías respiratorias hasta los pulmones, normalmente la parte del cuerpo más afectada, aunque también pueden ir a parar a los ganglios linfáticos, el bazo u otros tejidos. Su gran resistencia hace que, una vez en el organismo, puedan permanecer en estos tejidos durante años.
Esta exposición se ha asociado a graves problemas de salud, como la abestosis o diferentes tipos de cáncer, que están directamente relacionados con la intensidad y la duración de la exposición.
La acción del amianto en el organismo puede ser de varios tipos. Por un lado, tiene un efecto químico por la acción del ácido silícico y de los metales presentes en su composición. Por otro lado, las fibras inhaladas irritan los tejidos al rozarlos a su paso.
Además provoca alteraciones en el sistema inmunitario, afectando a la permeabilidad de los macrófagos y favoreciendo la formación de anticuerpos autoinmunes, entre otros efectos. También se ha relacionado con un incremento de mutaciones genéticas.
La abestosis es una fibrosis pulmonar frecuente en las personas expuestas a la inhalación del polvo de asbesto. Las fibras de amianto o asbesto se instalan principalmente en los pulmones y en la membrana que envuelve a los pulmones, la pleura. Si se inhalan durante mucho tiempo o en cantidades muy altas durante un periodo más corto, lesionan estos tejidos y provocan dificultades para respirar.
Esta enfermedad del amianto suele afectar a personas que por su trabajo se exponen al polvo de asbesto, aunque también hay casos de familiares de estas personas que podrían haber entrado en contacto con el amianto al manipular su ropa de trabajo. Entre la exposición y la aparición de la abestosis suelen pasar por lo menos entre 10 y 15 años.
La OMS alerta de que todos los tipos de asbesto pueden provocar cáncer. Los tipos de cáncer más habituales que provoca el asbestos son el cáncer de pulmón y el cáncer de pleura.
El cáncer de pulmón es 7 veces más frecuente en trabajadores expuestos al amianto que en la población general, según datos del Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud, y ese riesgo aumenta todavía más en el caso de personas fumadoras.
Otro tipo de cáncer relacionado con el asbesto es el mesotelioma, un tumor difuso maligno del mesotelio, especialmente el mesotelioma pleural.
No obstante, el amianto también se ha asociado con otros tipos de cáncer, como carcinomas gastrointestinales, de ovario o de laringe.
Inhalar niveles más bajos de amianto puede provocar lo que se conoce como placas pleurales, que además de en trabajadores expuestos se han podido detectar a veces en personas que residen en zonas con unos altos niveles de amianto en el ambiente. En general no dan problemas graves, pero en los casos de exposiciones más altas se puede engrosar la pleura y limitar la respiración.
La mayoría de las personas asocian el amianto con las uralitas, uno de sus usos más conocidos y conocidas así porque era el nombre de la empresa que las fabricaba, pero durante décadas este cemento fibroso tuvo muchos otras aplicaciones, y no solo en el sector de la construcción.
Aunque su presencia se ha ido reduciendo ligeramente con los años, en la actualidad el amianto todavía se puede encontrar en una gran variedad de materiales de construcción fabricados antes de su prohibición, como tejas para techado, tablones de techo, placas de cemento para suelo, tubos de presión, bajantes, baldosas y azulejos, revestimientos aislantes, en tejados de viga antiguos... Pero el asbesto se ha empleado para fabricar otros miles de productos de usos muy diversos, desde componentes de embragues, frenos o juntas de culata a materiales textiles, especialmente textiles ignífugos.
En cuanto a las uralitas, no todas tienen amianto. A partir de 2002 se empezaron a fabricar sin él. Una forma de saber si una uralita puede o no contener amianto es averiguando la fecha de instalación. En las uralitas sin amianto también podemos encontrar marcada la inscripción NT, de "nueva tecnología".
Mientras sus fibras no se desprenden el amianto no supone un problema, pero la manipulación de los materiales que lo contienen puede facilitar que eso pase. Por ello, las personas con mayor riesgo de exposición al amianto son sobre todo trabajadores que realizan operaciones de retirada de amianto, trabajos de demolición, que desmantelan elementos o maquinaria antigua... y en general cualquier trabajo que conlleve riesgo de que se desprendan fibras de amianto. El público y los vecinos donde se realicen estos trabajos también pueden estar expuestos.
Las viviendas construidas a partir de 2002 en España están libres de amianto, pues en ese año se prohibió el último tipo de amianto permitido, el crisotilo o asbesto blanco. Los amiantos más peligrosos para la salud, el azul y el marrón, se prohibieron respectivamente en 1984 y 1993.
En viviendas construidas con anterioridad puede haber amianto en materiales de fibrocementos (placas onduladas, canalizaciones, particiones de plancha lisa, jardineras, sombreretes de chimeneas...), en pavimentos vinílicos y en materiales de aislamiento en canalizaciones, paredes o techos.
Para retirar materiales que contienen amianto no solo es necesario utilizar equipos de protección personal (respiradores, gafas de seguridad y ropa protectora) sino también seguir unos protocolos de seguridad que impidan el desprendimiento de fibras al ambiente.
Hay que recordar que mientras el amianto no esté al descubierto ni deteriorado no desprende fibras, pero con el tiempo envejece y podría desprenderlas. En cualquier caso, si se sospecha que se tiene amianto o realizando reformas se encuentran estructuras de amianto es esencial no manipularlo y contactar con profesionales para que lo retiren de forma segura.
Fuente: www.cuerpomente.com
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