El cáncer de pulmón es un tumor silencioso. Normalmente no produce síntomas y los que causa no son específicos (cansancio, malestar general o pérdida de apetito) o son similares a los de síndromes menores. Por ese motivo, el diagnóstico suele producirse en estadios avanzados. En más de la mitad de los casos, cuando da la cara ya ha producido metástasis, lo que influye de forma decisiva en el pronóstico de la enfermedad. De ahí que el reto de los especialistas sea detectarlo y tratarlo cuanto antes.
Javier de Castro, oncólogo del hospital La Paz de Madrid y secretario de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), señala que la curación es proporcional al tamaño del tumor. “Es decir, en uno de un centímetro de diámetro la probabilidad de curación es del 90% o el 95%. En uno que mGida dos centímetros la probabilidad ya baja un 5%, y así sucesivamente”. A pesar de los avances en el tratamiento que se han registrado en la última década, un 6% de los pacientes diagnosticados en el último de los cuatro estadios en las que se clasifican los tumores de pulmón sobrevive cinco años.
Los tumores de pulmón se clasifican según la morfología de sus células. El microcítico presenta células pequeñas y supone el 15% de los casos, y el no microcítico tiene células de mayor tamaño y representa el 85% de los tumores. Ambos guardan relación con los mismos factores de riesgo. En un pequeño porcentaje inciden factores como la contaminación ambiental o la exposición al amianto o al radón (un gas radiactivo), pero el principal factor de riesgo es el consumo de tabaco, que se vincula con más del 85% de los tumores. La probabilidad de sufrir un cáncer de pulmón se multiplica de 15 a 30 veces entre los fumadores, según los especialistas.
La legislación antitabaco se considera una medida básica para reducir la incidencia de la enfermedad, pero no es suficiente. Los expertos abogan por introducir programas de cribado similares a los aplicados con éxito en la detección precoz de los tumores de mama, cuello de útero o colon. “Por ejemplo, con la realización de mamografías periódicas se ha conseguido que el 80% o el 90% de los casos de cáncer de mama se diagnostiquen en etapas iniciales y la supervivencia global a los cinco años supere el 90%”, apunta Javier de Castro.
La Comisión Europea aprobó en septiembre el proyecto Misión Cáncer, que persigue incrementar las tasas de curación de la enfermedad de forma significativa. Entre otras medidas, se propone que en 2025 los países de la UE amplíen los programas de cribado a tres tipos de cáncer más: pulmón, estómago y próstata. La prueba para los tumores de pulmón consiste en la realización de un TAC de baja radiación a población de alto riesgo, es decir, fumadores y exfumadores de entre 50 y 75 años que consumieran al menos un paquete de tabaco al día durante 20 años y hayan abandonado el tabaquismo al menos 15 años antes.
Laureano Molins, jefe del Servicio de Cirugía Torácica del Hospital Clínic de Barcelona, explica que “los estudios han demostrado que con el cribado se diagnostican el 80% de los tumores en estadios precoces, mientras que ahora el 80% se detectan en estadios avanzados. El cambio es radical”. En España el programa se aplica en algunos centros privados y los especialistas pretenden que se implementen planes piloto en los hospitales públicos de referencia para extenderlo después a todo el sistema sanitario. Se prevé que con la extensión del cribado la mortalidad por cáncer de pulmón se reduzca sensiblemente.
Del total de pacientes que han participado en estudios clínicos efectuados con el TAC de baja radiación, tanto en EE. UU. como en Europa, se detectaron entre un 1% y un 2% de tumores de pulmón, y de ellos el 80% en estadio 1. Es el mejor escenario posible en la enfermedad. “En esos casos se realiza una cirugía porque la proporción de curaciones es muy elevada y un tratamiento adyuvante (por ejemplo, quimioterapia) no aumenta esa proporción”, explica el doctor Molins.
Además del cribado, el pronóstico del cáncer de pulmón se ha beneficiado en la última década de un avance determinante, el diagnóstico molecular del tumor. Se lleva a cabo buscando en muestras de tejido o en la sangre biomarcadores, es decir, proteínas u otras sustancias producidas por las células tumorales. Se trata de una herramienta imprescindible para determinar las mutaciones que pueda tener el tumor, personalizar la terapia y seleccionar aquella que sea óptima para cada paciente, mejorando así los resultados terapéuticos.
“El diagnóstico molecular fue una gran revolución porque cambió completamente el pronóstico de muchos pacientes en los que se identificaron alteraciones genómicas concretas”, apunta Dolores Isla, jefa del Servicio de Oncología Médica del Hospital Clínico Lozano Blesa de Zaragoza. “El diagnóstico más preciso molecularmente permitió administrarles terapias dirigidas contra esas alteraciones, de manera que conseguimos multiplicar por dos o por tres su supervivencia, y cada vez por más tiempo”.
En oncología estos biomarcadores se usaban hasta ahora en enfermedad metastásica avanzada, pero ya han empezado a emplearse en estadios precoces en pacientes intervenidos quirúrgicamente. “Se han aplicado a algunos subgrupos, lo que ha mejorado mucho el pronóstico en algunos estadios de la enfermedad”, explica Isla.
La incorporación de los biomarcadores ha dado paso a los tratamientos personalizados. “Es la medicina de precisión, el concepto moderno de la oncología”, en palabras de Javier de Castro. “Si disponemos de un biomarcador podemos escoger el tratamiento más efectivo y dejar de utilizar otro más caro, tóxico o menos eficaz”. Hay marcadores tumorales que también tienen un valor pronóstico, una información muy valiosa para los especialistas y para el propio paciente “porque podemos prever cómo se va a comportar la enfermedad, si va a ser más o menos agresiva o si hará metástasis en un órgano concreto”, apunta el doctor De Castro
La oncología se ha hecho más precisa y también más compleja. En la valoración de los pacientes intervienen especialistas en oncología, neumología, cirugía, radiología o anatomía patológica, entre otros. Todos ellos integran en cada hospital el comité de tumores multidisciplinar de cáncer de pulmón que valora cada caso clínico. “De esa valoración sale un tratamiento que es un traje a medida para cada paciente”, señala Laureano Molins.
Las necesidades de los pacientes con cáncer de pulmón no se limitan a disponer de tratamientos más precisos, también requieren de la ayuda de otros especialistas (nutricionistas, fisioterapeutas, preparadores físicos) en todo el proceso para garantizarles la mejor calidad de vida posible. Durante el tratamiento algunas de estas necesidades están cubiertas en los hospitales, pero el momento crítico es cuando reciben el alta. Lo que se encuentran con frecuencia es un vacío, denuncian desde las asociaciones de pacientes. Bernard Gaspar, presidente de la Asociación Española de Afectados por Cáncer de Pulmón (AEACaP) afirma que “el sistema no está preparado para hacer un seguimiento de pacientes largos supervivientes”.
Bernard Gaspar fundó la asociación junto a su mujer, fallecida de un tumor, para reivindicar los derechos de los pacientes, entre otros, una atención integral y un rápido acceso a la innovación terapéutica. “En la asociación prestamos atención psicooncológica a largo plazo que no cubre la Seguridad Social y que, por el momento, solo se ofrece a los pacientes en los hospitales más grandes”, dice.
La mejora en los tratamientos ha prolongado la esperanza de vida y ha dado lugar a largos supervivientes, es decir, pacientes que sobreviven más de cinco años con la enfermedad y requieren cuidados que han de ser cubiertos por equipos multidisciplinares. Estos pacientes son un ejemplo de cómo ha cambiado el pronóstico del cáncer de pulmón. Dolores Isla lo ve día a día en su consulta. “Tengo pacientes metastásicos con más de diez años de supervivencia. Antes era impensable, la consulta te cambiaba entera casi cada año. Ahora me sorprendo con determinados pacientes cada vez que entran por la puerta”.
Fuente: www.elpais.com
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