Vivir con la angustiosa sensación de saberse con una bomba de relojería adosada al pecho. Esa es la insoportable realidad que acompaña a miles de trabajadores que estuvieron expuestos al amianto, uno de los materiales más nocivos para la salud. Deben convivir con la congoja y el desasosiego de desconocer cuándo se activará ese temporizador, el mayor riesgo potencial que pende sobre su salud. Prohibido en la UE desde el 2002, la pesadilla de las terribles enfermedades que acarrea el asbesto no cesó con el veto administrativo. El reloj no se detiene para un componente cuya latencia en el cuerpo humano puede perdurar durante décadas.
Una ansiedad perenne que se acrecienta las semanas previas a la revisión médica anual a la que se someten los trabajadores para saber si todo va bien o el monstruo ha hecho acto de presencia. "Es cuando más notas la espada de Damocles sobre tu cabeza. Vas con verdadero pánico y no te sacudes esa sensación hasta que no te confiman que está todo bien; y lo mismo se puede decir de tu familia", explica José Luis Gómez, que fuera trabajador de la antigua planta de Honeywell en El Prat (actualmente absorbida por Federal Mogul, con sede en la Zona Franca) y vicepresidente de la Asociación de Víctimas Afectadas por el Amianto de Catalunya (AVAAC).
Un grupo de obreros afectados por el amianto en la histórica planta de El Prat han decidido dejar de silenciar ese continuo desasosiego y ultiman una demanda en la que reclamarán el reconocimiento del origen laboral de los trastornos de ansiedad y depresión que padecen por la amenaza de enfermedades de penosa evolución.
La principal es el mesotelioma, un cáncer poco común de las membranas delgadas que revisten pecho y abdomen, pero también tiene relación con un aumento del riesgo de padecer cáncer de pulmón, laringe y ovario, entre otros, según la Oficina Internacional para la Investigación del Cáncer, dependiente de la Organización Mundial de la Salud. También puede aumentar el riesgo de asbestosis, patología que inflama los pulmones y causa dificultad para respirar, así como daño permanente a este órgano. Situaciones todas con esperanzas de vida tan limitada como la calidad de vida que les acompaña.
INTRANSIGENCIA
Pese a las evidencias científicas, las víctimas de esta sustancia altamente tóxica se topan con la intransigencia de las autoridades españolas, como ilustra un informe publicado por los doctores Montserrat García Gómez y Alfredo Menéndez Navarro. En el análisis se destaca que la Seguridad Social solo admitía como enfermos profesionales al 6,4% de los hombres y el 3,4% de las mujeres fallecidos entre el 2007 y el 2011 por mesotelioma pleural relacionado con la exposición al amianto en su puesto de trabajo. Un estudio de la Comisión Europea señala que hasta el 2025, entre 40.000 y 56.000 personas morirán en España por el asbesto.
La presentación de la demanda es pionera en España y sigue los pasos de una iniciativa de un grupo de trabajadores de Francia, que han conseguido que la justicia ordene su indemnización. "Estamos en el proceso final, obteniendo informes médicos para acreditar las afectaciones psicológicas que padecemos", destaca Benedicto Martino, presidente de la AVAAC. La denuncia, a la que se han sumado cerca de una treintena de afectados de emrpesas catalanas, se presentará durante el mes de julio, según el Col·lectiu Ronda, que asumirá la representación legal para reclamar daños y perjuicios.
Resultará complejo cuantificar la cifra con la que tratar de compensar el impacto emocional que sufrirán de por vida estos trabajadores. Sobre todo, cuando entran en juego aspectos imposibles de ponderar. "Una de las cosas que más nos duele es que la empresa sabía de sobra el daño que hacía trabajar con amianto. Un montón de compañeros fallecieron en los 70 y los 80 por asbestosis, mesotelioma, cáncer... Lo sabían todo, pero sus medidas se limitaban a aconsejarte no fumar y tomar mucha leche", lamenta Martino. Este diario ha tratado, sin éxito, de obtener declaraciones de la empresa que absorbió Honeywell.
AMENAZA
La indignación y la angustia se acrecientan al comparar las condiciones en las que se desempeñaban en la empresa. "Trabajamos con amianto hasta el último día límite que concedió la UE. No se aprovechó el año de moratoria para readecuar las condiciones, y ni siquiera se cerraron las instalaciones una temporada para desamiantarlas, como sí se hizo en otros muchos países", denuncia Martino. "Los filtros para las mediciones se saturaban con cifras de hasta un 400% del valor límite ambiental", asegura Gómez. La legislación de los 60 ya obligaba a las empresas a lavar la ropa de sus trabajadores, pero en muchas empresas estos se la llevaban a casa, trasladando el riesgo de afectación a su hogar.
Lastres que se van acumulando y agravan la pesada carga de vivir con la eterna amenaza del amianto. "En invierno, un simple resfriado que haga que te cueste respirar ya te angustia, no te deja vivir -explica Gómez-: Entonces, y muchas otras veces, te preguntas ¿Me ha tocado ya?".
Fuente: www.elperiodico.com
http://www.elperiodico.com/es/noticias/barcelona/bajo-guadana-amianto-demanda-trabajadores-el-prat-6125147