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México sigue importando amianto

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Ernesto Escalera falleció hace menos de dos años. Su viuda, María Inés, cuenta que fue fulminado por un mesotelioma, un tumor raro provocado por el asbesto, mineral declarado cancerígeno por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y hoy día prohibido en más de 50 países. México, desprovisto de minas, ha hecho caso omiso a la recomendación y sigue trayendo amianto, legalmente, principalmente desde Brasil, Rusia y, hasta 2012, Canadá. El material que se ganó el apodo de fibra milagrosa vivió un auge en los años setenta, pese a que ya existían investigaciones acerca de su elevada toxicidad. Barato, resistente al calor y a la fricción, en México está permitida la utilización del asbesto en su variante blanca, llamada crisotilo. Sus importaciones se incrementaron en más de un 100% entre 2011 y 2012, desde los nueve hasta los 18 millones de dólares, según los datos del último Anuario Estadístico de la Minería mexicana. — Usted tiene tumor. Un mesotelioma. ¿Sabe que es? — No. Me habían dicho que tengo cáncer de pulmón. A principios de los años 40, la fábrica de amianto Asbestos de México se instaló a los pies de San Pedro Barrientos, una comunidad que no llega a los 6.000 habitantes al norte del Estado de México y con una tasa de analfabetismo del 20%, según los datos de 2012 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). “Ernesto y otras cinco personas de mi familia trabajaron ahí. Había camiones especiales que traían a la gente de los pueblos cercanos”, recuerda María Eugenia, hermana de Escalera. “Desde los 90 hay mucha más gente que se muere de cáncer aquí en Barrientos. De repente, ¡Pum! ¡Un montón! Como que se vino una rachita. La gente no se lo cree, dice que es una enfermedad común”, asegura. Escalera no fue ni el primero ni el último que se fue por mesotelioma. Muchos de los vecinos de la comunidad, incluso los que no trabajaron en Asbestos de México, se apagaron por el mismo mal. Algunos iban a lavar la ropa en el desagüe de la empresa, otros simplemente respiraron los polvos que se quedaban pegados a los uniformes de los empleados. El verdadero riesgo del asbesto está en las fibras que desprende al ser manipulado o a medida que se va desgastando. Marisol, otra víctima de la enfermedad, nunca pisó Barrientos: su único contacto con el mineral fue en la casa de láminas donde vivió desde la infancia, en el sur de la Ciudad de México. La mujer, de 33 años, inhaló los polvos cuando su abuelo, albañil, cortaba en la vivienda las tablas de asbesto que utilizaba para ampliar el hogar familiar. La OMS advierte que no existe ningún nivel seguro de exposición. En los países que han vetado el amianto, la eliminación de cualquier residuo debe hacerse a cargo de profesionales especializados y según protocolos detallados. Pese a ello, en EE UU —donde el asbesto está prohibido— ya se han dado los primeros casos de mesotelioma y cáncer de pulmón entre el personal que participó en las obras de rescate del 11-S, cuando se pulverizaron en el aire 1.000 toneladas de amianto empleadas en la construcción de las Torres Gemelas. Según datos del Inegi, en México 21 viviendas de cada 100 tienen techo de lámina metálica, cartón o asbesto, y 1 de cada 100 tiene paredes de lámina de cartón, asbesto, carrizo, bambú o palma. Guadalupe Aguilar, investigadora del Sistema Nacional de Salud y profesora de Salud en el Trabajo de la UNAM, explica que las fibras que desprende el amianto al ser manejado se clavan y se acumulan en los pulmones. Los primeros síntomas tardan entre 15 y 50 años en manifestarse y, una vez diagnosticada la enfermedad, el promedio de vida es de seis meses. Aguilar mantiene que en México las muertes por mesotelioma se están convirtiendo en una epidemia: “Hasta 1998 había entre 12 y 15 casos; luego empezamos a tener 220 fallecimientos oficiales cada año, pero estimamos que la cifra real sea de 500". De estos, solo nueve fueron calificados como enfermedades de trabajo. “Hay mucho desconocimiento, se dan casos en que la enfermedad está diagnosticada pero no aparece como causa de muerte”, puntualiza. Según sus recuentos, en 2010 había en México 1.880 empresas trabajando con asbesto. Las estadísticas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señalan que la vida de más de 100.000 trabajadores se quiebra cada año por mesotelioma. A esta cifra hay que añadir los fallecimientos provocados por otras enfermedades relacionadas con el asbesto: por cada caso de mesotelioma, la OMS estima entre 2.2 y 8 muertes causadas por cáncer de pulmón vinculado con la inhalación de fibras de amianto. La Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS), dependiente de la Secretaría de Salud, reconoce la toxicidad del asbesto y recomienda que las empresas de fibrocemento controlen su uso. Sin embargo, sigue autorizando su importación y el año pasado, cuando la empresa Mexalit-Eureka abandonó 800 toneladas del mineral en la central de abastos de Veracruz, aseguró que no representaba un riesgo para la salud de la población. La misma Confederación de Trabajadores de México (CTM) defiende la bondad del material. Arturo Contreras, secretario de la organización del Comité Ejecutivo del Distrito Federal, informa que entre 8.000 y 10.000 trabajadores están empleados en el sector. El sindicalista asegura no tener constancia de fallecimientos por mesotelioma. “Ha habido casos de enfisema pulmonar, pero más bien por el cigarrillo”, bromea. En Italia, el tribunal de Turín estableció en 2012 una compensación millonaria y condenó a 16 años de cárcel a los jefes de Eternit, una empresa belga que fabricaba productos de amianto y que provocó la muerte de más de 2.000 personas en el norte de Italia —presente hoy día en México y en otros países de Latinoamérica—. España prohibió el asbesto en 2001. En ambos países las asociaciones de víctimas han luchado para ver reconocidos sus derechos. En México, solo existe una organización, Ayuda Mesotelioma, que se encarga de proporcionar información a los afectados durante la fase de diagnóstico. “Hay más de 3.000 productos fabricados con asbesto: techos, tuberías, asilamiento eléctrico…”, explica Sharon Rapoport, quien fundó la organización en 2010 junto a su hermana Liora tras que a su padre le diagnosticaran mesotelioma. Asbestos de México cerró sus puertas en 1998 y de ella solo quedan dos naves utilizadas ahora como bodegas. “¿A quién vamos a buscar? ¿Contra quién nos vamos?”, salta María Eugenia. María Inés enseña la foto de su boda. “Era 1987”, recuerda con una sonrisa amarga. Sabe que todos están expuestos: “Pero, ¿qué le puedo hacer?, me pregunto”. Fuente: www.internacional.elpais.com http://internacional.elpais.com/internacional/2014/10/01/actualidad/1412197454_661881.html

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