Se cuenta que la goleta «Octavius» se perdió durante 14 años y fue descubierta en 1775 vagando por el océano Ártico, a miles de kilómetros de su ruta original y con toda la tripulación muerta en sus camarotes, congelados por el frío. Junto al capitán se encontró el cuaderno de bitácora, cuyo último registro era de 1762... ¿Leyenda? ¿Realidad?. En todo caso se trata de uno de los innumerables barcos fantasma que han surcado los mares. Más recientemente, es conocido el caso del pesquero japonés Ryon-Un Maru, que navegó a la deriva por el Pacífico durante más de un año como consecuencia del tsunami que afectó a Japón. En la actualidad, un monumental portaaviones convertido en una mole tóxica vive una extraordinaria odisea por el Atlántico, sin puerto al que poder llegar. Después de más de medio año vagando por el Atlántico, el destino de este antiguo buque de guerra francés sigue siendo una incógnita.
El portaaviones FS Foch fue un flamante buque de la Marina francesa. Durante 37 años sirvió en el Líbano, la guerra del Golfo, en Bosnia o Kosovo. Bajo la bandera francesa recorrió 1,8 millones de kilómetros. Con el inicio del siglo y del milenio, fue adquirido por Brasil y se convirtió en el buque insignia Sao Paulo, estando operativo hasta febrero de 2017, cuando quedó fuera de servicio. Durante ese periodo, sufrió diversos problemas técnicos y algunos accidentes, entre ellos dos incendios con víctimas. Posteriormente, fue vendido a una empresa turca. Y hoy, protagoniza una increíble historia, que ha obligado a actuar a la Armada brasileña. El gigantesco buque deambula, como un barco fantasma, por el Atlántico en busca de un puerto de refugio. Sus destinos más probables: el fondo del mar o el desguace.
Tras el Sao Paulo (A-12) se escondía el Foch, que entró en servicio en Francia en el año 1963 y estuvo operativo hasta el 2000. En su época de mayor esplendor, en la década de los 80, estaba capacitado para operar con aviones Super Étendard, un caza naval de tercera generación fabricado por Dassault, e incluso armas nucleares. Fue comprado por la Armada de Brasil en 2000. El barco tiene 266 metros de eslora, y disponía de capacidad para albergar 1.300 tripulantes y transportar 30 cazabombarderos.
Los problemas comenzaron tras su venta a una empresa turca en abril de 2021 para desguazarlo y venderlo como chatarra. En junio de 2022, el astillero turco Sok Denizcilik especializado en el desguace de embarcaciones obtuvo autorización de las autoridades brasileñas para trasladarlo a Turquía para el desguace y contrató un remolcador. Pero, cuando estaba a la altura de Gibraltar, el pasado mes agosto, las autoridades medioambientales turcas denegaron el permiso. La razón: sospechas de toxicidad de sus materiales. En concreto, Turquía vetó la autorización en medio de las denuncias por su posible alta concentración de amianto.
El colosal buque fue remolcado entre Gran Canaria y Fuerteventura, camino del astillero turco. Las autoridades marítimas españoles no le autorizaron a acercarse a menos de cuatro millas, manteniéndose su paso bajo estrecha vigilancia.
Ante la falta de un puerto que lo acogiera, la empresa amenazó con abandonarlo a su suerte. La odisea del portaaviones no cesaba y puso rumbo, de nuevo, a Brasil. Pero ahora ni Turquía ni Brasil lo quieren. El buque se aproximó a la costa del estado brasileño de Pernambuco el pasado mes de octubre. Según un comunicado de la Justicia Federal de dicho estado, se calcula que el barco posee alrededor de 10 toneladas de amianto y se sospecha que pudiera estar contaminado con residuos tóxicos y radioactivos.
Numerosos grupos ecologistas han advertido que podría prepararse incluso una «operación de hundimiento», provocando una catástrofe medioambiental. Temen que la verdadera intención de la Armada brasileña sea hundir el casco en aguas internacionales.
La Marina brasileña anunció la pasada semana que está asegurando el viejo casco, que se encuentra en un avanzado estado de degradación, en algún punto del océano Atlántico, a más de 315 kilómetros de la costa brasileña (150 millas náuticas), para evitar que el buque vaya a la deriva. En una nota de prensa indicó que, dado su estado de degradación y «el alto riesgo» para el medio ambiente, no autorizará su regreso a un puerto ni a aguas territoriales brasileñas. El buque es ahora una amenaza repleta de amianto y otros desechos tóxicos.
La Marina brasileña quiso lanzar un mensaje tranquilizador y afirmó que en la década de 1990, si bien el portaaviones aún pertenecía a la Marina Nacional Francesa, se efectuó una amplia retirada de amianto de «los compartimentos de propulsión, catapulta, maquinaria auxiliar y generadores diésel, culminando con la remoción de aproximadamente 55 toneladas de asbesto». El texto también menciona que la cantidad de la sustancia aún presente en el casco no ofrece riesgos para la salud, en el estado en que se encuentra.
Grupos ecologistas reclaman al nuevo presidente brasileño, Lula da Silva, que tome medidas y cumpla con su compromiso de luchar por la defensa del medio ambiente. Mientras tanto, y después de una larga e intensa vida útil, un portaaviones que antaño fue una gloria nacional francesa se ha convertido en uno de esos buques fantasmas que pueblan los mitos marítimos. Y las realidades.
Fuente: www.eldebate.com
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