El uso del amianto o asbesto se remonta al origen de los tiempos. Se conocen vasos de cerámica fabricados en Finlandia entre 3.000 y 2.500 años antes de Cristo en los que se utilizó dicho material en su elaboración.
Los griegos dieron nombre a este mineral, del grupo de lo silicatos, como αμίάγτος (incorruptible, que pasó al latín como amiantos) y ασβεστος (inextinguible o asbestos). Los romanos lo usaron para conservar las cenizas después de la incineración de sus difuntos.
Su importancia mundial, a gran escala, se produce a partir de 1880 cuando se empiezan a explotar los importantes yacimientos encontrados en Canadá y Rusia. Es después de la II Guerra Mundial cuando su uso en las industrias naval, ferroviaria, siderometalúrgica, construcción, etc. se generaliza.
Como mineral flexible, con elevada resistencia a la abrasión, inalterabilidad a la agresión de determinados agentes químicos, lo hacen un producto industrialmente útil y atractivo.
Fue en Inglaterra, al final de la década de los sesenta, cuando se empiezan a declarar casos de determinadas patologías que pudieran estar relacionadas con la exposición laboral a este material. Se describen los primeros casos de asbestosis pulmonar y de mesotelioma pleural (enfermedad cancerígena de la pleura). Desde entonces el devenir normativo de los países industrializados ha ido aumentando el nivel de seguridad en cuanto a su exposición, hasta que se ha conseguido la prohibición de su uso.
En un estudio multicéntrico publicado en la prestigiosa revista British Journal Cancer, en el que colaboró el Servicio de Medicina Preventiva del Hospital Puerta del Mar (Dr. Escolar) se concluía que existía un mayor riesgo de padecer mesotelioma pleural por el solo hecho de vivir en la cercanía de industrias que utilizaban dicho mineral (entre 2.000 y 5.000 metros), por ejemplo astilleros navales.
Según Ángel Carcoba, experto europeo en amianto, se calcula que en Europa en el periodo 2000-2030 se diagnosticarán más de 250.000 casos de mesotelioma pleural.
En las últimas semanas, la actualidad ha vuelto a poner de relieve el importante riego de salud pública que existe para la población general por la posible exposición no laboral al amianto. El Colegio Público Reggio de Puerto Real y la Comisaría de la capital se han convertido en foco de atención. La presencia de fibrocemento (Uralita) en tejados, techumbres y tuberías es permanente. Mientras el material mantenga un adecuado estado de conservación el riesgo para la salud es irrelevante. El problema surge al deteriorarse por el paso del tiempo, por falta de mantenimiento, por una manipulación sin las medidas de seguridad adecuadas o cuando queremos deshacernos de él. En ese caso debemos recurrir a empresas especializadas.
Los informes técnicos elaborados por las distintas administraciones deberán establecer con claridad el nivel de seguridad al que se encuentran expuestos los niños y niñas que cada día acuden puntualmente a clases. Mientras que no existan garantías suficientes de que el nivel de exposición en el aire no contiene ni una sola fibra de amianto el centro escolar deberá permanecer cerrado.
Fuente: www.lavozdigital.es
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