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Estaba ahí pero ellos no lo sabían

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Estaba ahí pero ellos no lo sabían. Estaba en los guantes que usaban para soldar. En las mantas que manejaban, con las manos desnudas, y con las que en ocasiones hasta se tapaban en invierno. Solo se hacía visible en la niebla que desprendía al agitarlo y con la que ellos hacían bromas. Estaba ahí desde hace décadas pero los trabajadores de los astilleros de Ferrol no lo sabían. Para ellos la muerte llegaba de otra manera, a veces violenta como los disparos que mataron a Amador Rey y Daniel Niebla el 10 de marzo de 1972. «Muchos de los presentes en aquella manifestación fallecerían años más tarde por patologías derivadas de la exposición al amianto, como Manuel Amor Deus o José María Rioboo. Uno de los heridos, José Antonio (Toñito) Lamas Tojeiro, recibió un disparo que le hirió en el cuello. Fue un tiro limpio. Pudo salir vivo. Falleció antes de cumplir los sesenta de un adenocarcinoma de pulmón. Le encontraron más de tres mil partículas de amianto por gramo de pulmón». Esto dice, en una nota a pie de página, el fotoperiodista ferrolano Rober Amado en el libro Peregrinos del amianto (Libros.com). El volumen se presentará el próximo mes de octubre y en el mismo aparecen más de medio centenar de testimonios de víctimas de los efectos del amianto que, según los editores, «cada año se cobra la vida de más de mil personas que estuvieron expuestas a este material». De todos modos, «no hay registro oficial», aunque si datos aproximados, con unas 60.000 personas afectadas en España en el año 2002 y la previsión de un pico máximo de más de 100.000 enfermos para el 2030. Las cifras provocan tantos escalofríos como los testimonios de los afectados, y de sus familias, que ha recogido el fotoperiodista: «Un día te encuentras con un colega, un hombretón de esos fornidos y grandes. Lo encuentras confuso, con mucho menos peso, encorvado y con dificultades para respirar. Trabaja en monturas a flote, o es plomero, o soldador, como tú, como muchos otros. Al poco te enteras que ha muerto y, como él, van cayendo varios». Esto cuenta uno de ellos, y sigue: «Te suena el cáncer de pulmón, hay quien lo dice con intensidad. Pero haces caso omiso. Mariconadas, te dices. Tu jefe, tu médico, tu patrón. Tus colegas. Tu mujer, tus hijas. El tabaco, la bebida. Ya sabes tú como van esas cosas. Hasta que alguien te dice que lo que tienes es un tipo de cáncer raro. Y tú te haces preguntas». Rober Amado empezó esta investigación cuando andaba buscando temas periodísticos sobre los que escribir. Trabajaba como autónomo y «un día paseando por Ferrol con mi padre, por la plaza del Callao, había un obrero con una radial cortando el pavimento y levantando una polvareda tremenda». Su padre vio la escena y se acercó. Estaban reparando una vieja cañería, «esto es lo del amianto», le comentó a su hijo. Y lo puso en antecedentes «porque no sabía nada», reconoce Amado. Era la misma ignorancia en la que estaban las personas que van desfilando por el libro, cuyas sensaciones radiografía: «Es un dolor constante. Como el rozar de los huesos sin cartílago. Como rasgar la pizarra con las uñas. Eso, aumentado mil veces, hace que tiembles hasta expulsar el pelo, perforándose los tímpanos. Ese ííííh profundo y fino que juega con tu cuello y tus brazos, que te hace cosquillas en la punta de los dedos, hasta que va ganando en intensidad y se transforma en un tirón, ¡TAC!». Esto no es todo, ni algo momentáneo: «Pero después no hay paz. La intensidad sube y tu paciencia se agota. Las pupilas te bailan. Buscas respuestas en el aire. Los ojos no se hicieron para poder amarrar. Y la rabia te consume». Así arranca el libro, con el caso de José Teijeiro, y las vivencias de sus hijos, que ven como en apenas seis meses fallece de un tumor provocado por el amianto. Amado narra sufrimientos y sentimientos de los enfermos, de unos trabajadores que durante décadas no sabían lo que pasaba, de unas empresas no solo españolas que, si sabían algo, callaban por las consecuencias de reconocer que estaban ante una enfermedad laboral, y de unos médicos a los que desconcertaban determinadas patologías que llegaban a sus consultas. Entre estos últimos, y de los primeros en empezar a investigar, estaba Carlos Piñeiro, al que le chocaban que los índices de tumoración en zonas fabriles como Ferrol fueran de los más altos de Europa. Los había de todo tipo: de páncreas, de riñón, de tiroides, de esófago... Algunos resultados estremecían. Otros, la mayoría, chirriaban. Los síntomas, desde EE UU «Demasiados, demasiados para ser una mera coincidencia. Son cientos. Creo que hay algo. Tiene que haber algo ahí que les está jodiendo», le apuntaba un colega a Carlos Piñeiro, que empezó a buscar información y se encontró con algo que el autor del libro relata así: «El proceso que viven los Estados Unidos de América en décadas anteriores es similar y le muestra una más que viable ruta. Tumoraciones por todas partes. Empresas cerradas, mucha gente en la calle. Familias destrozadas. Millones de dólares de indemnizaciones. Así, como una sombra detrás de todos esos casos, descubre que el amianto puede ser malo, puede que te complique la respiración y acabes tu jubilación tosiendo un poco más de lo normal. Y ya. O puede que te deje treinta o cuarenta años viviendo con normalidad y puede que en menos de un año acaba contigo. Es, al menos, razonable. Hasta que llegó el primer paciente que atravesaba lo razonable. Ver a alguien vomitar sangre y encontrar en esa sangre restos de fibras es algo de lo que Carlos no se olvidará nunca». Y desde Ferrol hasta el Vall D?Hebrón o Valladolid, Piñeiro empezó a movilizarse, con varios colegas, a investigar casi clandestinamente. También otros buscaban respuestas a algo que intuían, pero no estaba claro, empezando por los afectados. Amado los califica como peregrinos del amianto ya que han tenido que peregrinar por los médicos, pero también por los juzgados, en una nueva pelea de David contra Goliat para que las empresas reconocieran los efectos del asbesto como enfermedad laboral y por los medios de comunicación para que contaran lo que ocurría. Así recoge Amado como el 15 de octubre de 1999, el sindicalista Rafael Pillado «escribe una pequeña pieza en La Voz de Galicia» y en ella «habla de la siniestralidad laboral. Habla del amianto, de lo que presuntamente provoca. No estaba seguro. Nadie en Ferrol tenía ninguna certeza. Nadie querría tenerla, supondría el riesgo de perder el trabajo. El sustento de los críos, el pan de los hijos, el «ahora qué». En él, hay una frase que salta sobre las demás: «llama la atención que ante fallecimientos constatados se mantenga un espeso silencio» (...) En la otra punta de Ferrol, en el Hospital Arquitecto Marcide, esa mole blanca de pisos que asoma por la colina que va hacia el norte, tienen casos de personas con patologías derivadas del amianto». Destaca Amado como Francisco Varela, entonces redactor de tribunales de La Voz de Galicia en Ferrol, fue otro de los que fue sacando a la luz el silencioso ataque del amianto. El trabajo de Amado es imprescindible para saber lo ocurrido, y lo que viene. JOSÉ TEIJEIRO, HIJO DE UNO DE LOS FALLECIDOS. Lleva el nombre de su padre, que en diciembre de 2009 empezó a quejarse de un dolor en el cuello. El diagnóstico fue tumor en los pulmones, extendido por el cuerpo. Falleció a los pocos meses. RAMÓN TOJEIRO, PRESIDENTE DEL COLECTIVO DE AFECTADOS. Desde Caranza, un barrio obrero, Tojeiro presidió la asociación Agavida, que fue rompiendo barreras para que los efectos el amianto se consideraran una enfermedad laboral. Fueron a juicios con las empresas, al igual que ocurriera antes con miles de casos en Estados Unidos, y acabaron sacando a la luz algo hasta entonces silenciado. CARLOS PIÑEIRO, MÉDICO. «Es el que sacó esto adelante», dice Amado de Piñeiro, del que escribe: «Por la década de los ochenta había saturación de tumores en Ferrol, y Carlos sospecha. Las cifras cuadran». Y «entre varios colegas decidieron jugársela. Estudiaron con muestras histológicas de pulmones potencialmente afectados por exposición al amianto. Hablaron con familiares, les explicaron la historia» y estuvieron a su lado en la pelea. Fuente: www.lavozdegalicia.es http://media.lavozdegalicia.es/noticia/ferrol/ferrol/2015/09/04/silencioso-ataque-amianto/00031441360275044598728.htm

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