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El motor de Barcelona

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Durante 36 años Santiago Arganda trabajó en la enorme sala de calderas de la Fabra i Coats, en el corazón de Sant Andreu, una de las empresas más relevantes de la historia industrial que Cataluña ha tenido nunca. Cada día a medianoche ponía a punto las instalaciones para que a las seis de la madrugada la fábrica comenzara su frenética actividad. Así de lunes a sábado. Los domingos renovaba el circuito del agua y preparaba las calderas para otra semana de producción de hilos que se vendían en toda España. Arganda ha visto cómo las cinco calderas pasaron de estar alimentadas con carbón, que seis operarios arrojaban contínuamente y que llegaba en tren y camiones desde Asturias y Berga —llegando en los inviernos más duros a consumir 70 toneladas de carbón al día—, a partir de 1969 con fuel, y más tarde, desde 1990, con gas natural. Fue el último calderero que trabajó en este laberinto de tubos, manómetros, escaleras y depósitos de agua que parecen metidos casi con calzador en este edificio de unos 8.000 metros. Se jubiló en 1999 y sigue, con sus 81 años, pleno de vitalidad, pese a que durante décadas tapó las fisuras que se producían en las tuberías con gasas empapadas en amianto, “sin ninguna protección, aunque todavía no ha llegado el día que me tenga que tomar una pastilla”, asegura, mientras se emociona al recordar cómo los dueños de la empresa le premiaron, tal y como hacían con todos los inventos de sus trabajadores, con 500 pesetas "por instalar un tubo con el que se ahorraba gran cantidad de tiempo y agua". Ayer, Arganda y un numerosos grupo de sus excompañeros, pertenecientes a la Asociación de Amigos Fabra i Coats, no quisieron perderse la apertura al público (a partir del próximo domingo) de estas instalaciones únicas, sobre todo por sus dimensiones, y que el director del Museo de Historia de Barcelona (MUHBA), al que el nuevo centro quedará inscrito, no dudo en calificarlas como el "motor de Barcelona". La sala de calderas es la pequeña gran joya de la fábrica que parece esperar a Arganda y sus compañeros para comenzar a andar de nuevo. Pero conseguirlo ha costado mucho. Sobre todo, restaurar toda la cubierta del edificio, que estaba en peligro de colapso arquitectónico, que se ha tenido que hacer "sin poder vaciarla y con toda la maquinaria en su interior", además de eliminar más de 43 toneladas de amianto en polvo que se había acumulado a lo largo de los años. Para volver a abrir las puertas como centro patrimonial ha sido fundamental el trabajo realizado por la asociación de amigos de la empresa que, aparte de su importante documentación oral, explicando cómo era el día a día de esta factoría, han reunido una gran cantidad de material (1.500 objetos y más de 20.000 documentos, entre ellos 2.500 fotografías) que formará parte del museo (que ya tiene un proyecto museográfico que explicará la relación entre la ciudad y el trabajo) y que abrirá en unas dependencias cercanas a esta sala. Unos y otros han sido fundamental para que el historiador Pere Colomer lleve a cabo su trabajo sobre esta empresa que ha visto la luz en forma del libro Barcelona, una capital del fil. Fabra i Coats i el seu model de gestió, 1903-1936 (Premi Ciutat de Barcelona). Según Colomer, se ha podido recuperar “la trayectoria histórica de la sala, identificando los elementos patrimoniales más importantes y su evolución a lo largo del tiempo”. Para él no hay duda de la importancia de estas calderas. “El patrimonio industrial que se suele conservar de este tipo de empresas son las máquinas de vapor [más de 40 en Cataluña], pero las instalaciones de calderas son muchas menos. Entre ellas la del vapor Aymerich, Amat y Jover en Terrassa y la de la Casa de les Aigües en Montcada i Reixach. Ninguna tan espectaculares como esta de Sant Andreu”. La calderas más antiguas que se conservan en Fabra i Coats son dos de 1944 que fueron compradas en Inglaterra en la empresa Barbock&Wilcox. La última es la instalada en 1992 que funcionaba con gas y solo necesitaba de un operario. "Solo tenía que venir cada cuatro horas para apretar un botón", recuerda Arganda. Las calderas calentaban el agua que venía de unos pozos del Bon Pastor (que ahora se utilizan para regar parques y jardines) que daba energía a las máquinas de vapor que llegaron a mover 922 máquinas de hilar y 380 telares mecánicos. Fuente: www.ccaa.elpais.com http://ccaa.elpais.com/ccaa/2015/05/05/catalunya/1430859683_969963.html

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