En Beasáin y sus alrededores están acostumbrados a esquelas cuya primera frase es: “Fallecido a causa del amianto”. La última, la de Jesús Ropero, obrero jubilado de Construcciones y Auxiliares de Ferrocarriles (CAF), entrevistado por este medio unos días antes de su muerte el pasado 5 de noviembre a los 73 años por mesotelioma, un cáncer agresivo y mortal que afecta al tejido que recubre los pulmones y que es provocado por respirar fibras de amianto.
Un monumento de metal en honor a las víctimas del amianto, que simboliza el abrazo de un gigante, arropa en Beasáin a los familiares de los trabajadores fallecidos de CAF. Estamos en el segundo municipio de España con mayor índice de muertes por amianto entre 2001 y 2020 después de Cerdanyola del Vallès, sede de la extinta empresa de fibrocemento de Uralita S.A.
En esta localidad guipuzcoana de 14.000 personas, la tasa de muerte por mesotelioma y asbestosis (138 muertos por cada 100.000 habitantes), es más del doble que la incidencia nacional de mortalidad por enfermedad cerebrovascular o cinco veces más alta que la de infarto de miocardio, causas habituales de muerte en España.
“Quien no tiene un familiar fallecido o enfermo, tiene un amigo o un conocido”, relata Jon García Arruabarrena, portavoz de la Asociación de Víctimas del Amianto de Euskadi (ASVIAME) y ex trabajador de CAF, la empresa ferroviaria española que en 1917 fundó su sede en Beasáin.
En ese municipio, han fallecido 56 trabajadores de CAF por desmontar trenes con amianto y 3 mujeres por respirarlo al lavar la ropa de sus maridos, según datos recopilados desde 1996 hasta hoy por su comité de empresa.
CAF ha reconocido a este medio que hasta 1985 utilizó materiales y equipos suministrados por terceros que podían contener amianto y que ha pagado indemnizaciones por daños y perjuicios a 110 trabajadores y familiares.
En Beasáin y sus pueblos colindantes, Ordizia y Lazcano, se formó el ojo de una tormenta perfecta por el amianto. En un mismo territorio conviven dos industrias que usaron este carcinógeno en el siglo XX: la ferroviaria, que lo utilizó como aislante en sus vagones y maquinarias; y empresas siderúrgicas, que usaron amianto en sus instalaciones aprovechando sus propiedades ignífugas, principalmente en hornos, chimeneas y zonas de calderas.
Ambas contribuyeron a convertir a Beasáin en el epicentro del legado letal del amianto de Guipúzcoa, la segunda provincia con más incidencia de muertes por mesotelioma y asbestosis de España, con 27 fallecidos por cada 100.000 habitantes.
A nivel nacional, la asbestosis y el mesotelioma, dos enfermedades provocadas por una alta exposición al amianto, han acabado con la vida de al menos 7.622 personas entre 2001 y 2020. El 77% eran hombres y más de la mitad tenían más de 70 años. Esta estimación se basa en un análisis propio realizado a partir de las defunciones recogidas por el Instituto Nacional de Estadística (INE) a las que se les han aplicado ratios avaladas por científicos**.
Si bien esta investigación no puede adjudicar la responsabilidad de estas muertes a una u otra fábrica en concreto, el rastro de los fallecimientos sí permite dibujar un mapa de las regiones en las que las consecuencias del amianto impactaron brutalmente sobre la población.
Con la ayuda de los datos y los testimonios de víctimas y expertos, Moncloa.com inicia la ruta por los epicentros de las zonas cero del amianto en España, donde los jubilados, familiares e incluso vecinos de las industrias que usaron amianto viven con una espada de Damocles cuyo filo está apoyado sobre su pecho, más concretamente, sobre sus pulmones.
Como guía, se han tenido en cuenta solo las muertes por mesotelioma y asbestosis, enfermedades provocadas casi en su totalidad por el amianto. Las muertes por cáncer de pulmón y laringe, que en un porcentaje inferior son asociadas a este mineral, no se han incluido en el estudio. La estimación es, por tanto, a la baja: la punta del iceberg de las zonas cero de la pandemia del amianto en España.
Entre 2001 y 2020, en el País Vasco murieron al menos 748 personas por estas enfermedades profesionales vinculadas al amianto, según las estimaciones de este medio. Además, seis municipios vascos, liderados por Beasáin, están entre las 20 localidades con más muertes por asbestosis y mesotelioma de España, en términos relativos por población.
Vizcaya lidera el ranking nacional con la mayor tasa de incidencia: 42 fallecidos por amianto cada 100.000 habitantes. Al igual que Guipúzcoa, que ocupa el segundo puesto, es una provincia con potentes empresas siderúrgicas e industriales que usaron amianto en el pasado reciente. También fue usado en las acerías e industrias automovilísticas y de electrodomésticos de Navarra, tercera provincia en el ranking por muertes por amianto
El amianto, un mineral barato, ignífugo y aislante, no sólo estaba presente en el siglo XX en las históricas acerías vizcaínas. Su uso estaba tan extendido en esta provincia industrial que se encontraba hasta en los hornos de las panaderías.
Miguel Cárdenas, panadero de Durango (Vizcaya), falleció en 2014, tan sólo seis meses después de ser diagnosticado de mesotelioma. Otros compañeros suyos habían fallecido antes que él de cáncer de pulmón, pero, por su profesión, nadie asoció sus muertes al amianto del horno del pan. En el caso de Miguel, el mesotelioma no dejaba lugar a dudas sobre la causa.
Su mujer, María Asunción Miguel, cuenta cómo después del diagnóstico tuvieron que echar la vista atrás para saber cuándo había respirado amianto. Descubrieron que lo hizo a los 16 años, cuando entró de aprendiz a una panadería y ayudó a desmontar un antiguo horno industrial revestido con amianto para instalar uno eléctrico.
Además de seguir el rastro de las muertes por asbestosis y mesotelioma, para completar la fotografía de las zonas cero del amianto en España, Moncloa.com utilizó los partes de enfermedades profesionales vinculadas al amianto emitidos entre 2007 y 2021 y recogidos por el sistema de Comunicación de Enfermedades Profesionales de la Seguridad Social (CEPROSS). Estos partes son emitidos por las empresas y el Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) en favor de los trabajadores afectados.
Según estos datos, Vizcaya, con 170 partes, es la segunda provincia después de La Coruña con más reconocimientos de enfermedad asociada al amianto en el periodo estudiado. Todo el País Vasco destaca por concentrar un elevado número de partes: un total de 351.
La mayoría de los que sufrieron estas enfermedades estaban ya jubilados. En el caso de los trabajadores en activo, el 21% correspondían a empresas encargadas de fabricar productos metálicos y fundiciones y el 6% a trabajadores dedicados a la fabricación de material ferroviario. La CAF, con 14 partes, lidera Guipúzcoa, mientras que la Fundición Nodular Flesic S.A., ya extinta, encabeza con 8 partes los de la provincia de Vizcaya.
Patxi Kortazar trabajó para Flesic como soldador la mayor parte de su vida laboral y padece una asbestosis, un tipo de fibrosis pulmonar producida por inhalar amianto de forma intensa y sostenida en el entorno laboral. En 2003, cuando tenía 49 años, comenzó a notar sensación de asfixia. “Caminar el kilómetro que separa mi casa de la fundición se me hacía imposible”, recuerda.
Patxi pasaba reconocimientos periódicos en la mutua de su empresa, Mutualia, pero afirma que no recibió un diagnóstico hasta 2006, cuando sufrió un derrame de pleura y una neumonía atípica. “Estuve 7 años batallando contra la mutua porque, a pesar de que sabían que había estado soldando amianto, negaban su presencia en la fundición”, relata el soldador.
Mutualia declinó contestar a las preguntas de este medio. Su caso fue el primero de su fundición y uno de los primeros que se visibilizó en el País Vasco. En 2014 comenzó a militar en la Asociación de Víctimas de Euskadi (ASVIAME) para evitar que otros pasaran por el mismo calvario que él.
El goteo constante de enfermos y muertos provocado por el amianto en las fundiciones deja un surco que atraviesa todas las provincias vascas. En Álava, de los 67 partes de enfermedades profesionales por amianto, 53 corresponden a acerías y empresas metalúrgicas.
Enrique Aretxaga trabajó en una de ellas reparando hornos con amianto. Ha sobrevivido 17 años a un mesotelioma, lo que lo convierte en uno de los pacientes más longevos con esta enfermedad. Gracias a tres operaciones, en las que le extirparon partes de su pulmón e incluso su diafragma, sigue con vida.
Con mesotelioma, cada respiración duele y hablar exige un esfuerzo mayúsculo. Su mujer, María Claribel Gómez, nos explica las dificultades por las que atravesaron hace más de una década tras el diagnóstico. “Cuando Enrique enfermó y le diagnosticaron el mesotelioma no sabíamos que era por el amianto, no se sabía nada”, cuenta.
Años después, conocieron a través de los medios a la asociación de víctimas que dirigía Patxi Kortazar. “Nos ayudaron a hacer los papeles y a pedir a la mutua el recargo de las prestaciones que le correspondía a Enrique”.
A través de un acuerdo extrajudicial, lograron una indemnización que consideran muy baja. “Fue muy poco porque en aquel entonces no sabíamos lo que sabemos ahora”, denuncia su mujer. “El mesotelioma le partió la vida. Sufre muchísimos dolores a pesar de la morfina”.
“Me pregunto si una simple advertencia en el pasado podría haber cambiado mi presente”, escribió en su carta póstuma Agustín Medina Ortiz, fallecido en 2016, cuando tenía 58 años, debido a un mesotelioma causado por una exposición ambiental al amianto. Vivió durante toda su infancia en la misma calle en la que se situaba la sede principal de Uralita S.A. en Cerdanyola del Vallès (Barcelona)
“Recuerdo que durante mi niñez, al no disponer de muchos pasatiempos, los niños hacíamos nuestros propios juguetes con recortes de uralita, columpios con fibras de amianto y cabañas”, relataba en esta carta, que preparó a sabiendas de que no iba a llegar vivo a la vista de su juicio.
Su caso, junto al de 42 vecinos y familiares de trabajadores de Uralita afectados por el amianto, formó parte de una demanda colectiva que en 2021 logró una sentencia del Tribunal Supremo que condenaba al pago casi 6 millones de indemnización a Uralita. Esta empresa cambió en 2015 su denominación social por la de Corporación Empresarial de Materiales de Construcción (COEMAC) y hoy está en proceso de liquidación.
Con 83 muertes por asbestosis y mesotelioma entre 2001 y 2020, Cerdanyola es el municipio español con mayor tasa de mortalidad por estas enfermedades (144 muertos por cada 100.000 habitantes). La fábrica de Uralita, aunque pertenecía a Cerdanyola, se encontraba entre esta localidad y su vecina Ripollet, que ocupa la cuarta posición en tasa de mortalidad por amianto.
Castelldefels, sede de la fábrica de fibrocemento de Rocalla, absorbida por Uralita, es el noveno municipio con mayor tasa de mortalidad por amianto. En términos absolutos, las muertes de mesotelioma y asbestosis de estos 3 municipios ascienden a 168 y ubican a la provincia de Barcelona como la cuarta en tasa de mortalidad por amianto del país.
Las muertes por exposición laboral o doméstica al amianto, que sufrieron esposas e hijos de operarios al estar en contacto con el amianto de sus buzos de trabajo, se estabilizan o incluso disminuyen en Cerdanyola, según explica Josep Tarrés, médico de familia y neumólogo en esta ciudad desde los años 70. Sin embargo, ascienden los fallecidos como Agustín, que respiraron polvo de amianto por su cercanía a la fábrica.
En su tesis doctoral, Patologia per amiant a la comarca del Vallès Occidental, Tarrés demostró en 2018 cómo la dirección del viento influyó en la aparición de mesoteliomas en Cerdanyola en personas que no tenían ninguna vinculación laboral ni familiar con trabajadores de Uralita. Su incidencia se concentraba en el cuadrante suroeste de la ciudad, que coincide con la dirección del viento predominante que soplaba desde la fábrica.
Desde su consultorio de Fontetes, en Cerdanyola, donde tiene título de emérito y continúa investigando, explica que esta localidad actualmente vive la tercera ola de la pandemia del amianto: la ambiental.
La primera la sufrieron los trabajadores que tocaban el amianto y fabricaban productos industriales, como los trabajadores de Uralita o de astilleros. La segunda, los trabajadores que lo inhalaron en productos ya fabricados, como los de altos hornos, de los trenes, electricistas, fontaneros o soldadores. “Y en la tercera, la ambiental, todos estamos expuestos por el fin de la vida útil del fibrocemento”, explica este neumólogo.
En el resto de España, las víctimas de esta tercera ola no son tan visibles porque las enfermedades por respirar las fibras de amianto que se desprenden del fibrocemento deteriorado pueden manifestarse hasta 40 años después de la exposición. En Cerdanyola, con una fábrica de fibrocemento presente desde 1907, el tercer embate del amianto está, según Tarrés, “en la rampa ascendente de la curva epidemiológica”.
Pero insiste: “Cerdanyola no es la zona cero del amianto en España, es solamente la más estudiada”. Para el neumólogo, España está plagada de zonas cero poco estudiadas, entre ellas, las del resto de sedes de Uralita. Los datos de fallecidos por asbestosis y mesotelioma no le dan la razón a Tarrés.
En pleno boom de la construcción de los sesenta, Uralita comenzó a multiplicar sus fábricas de fibrocemento hasta llegar a tener seis sedes más, localizadas en Castelldefels (Barcelona), Getafe (Madrid), Quart de Poblet (Valencia), San Vicente del Raspeig (Alicante), Sevilla y Valladolid.
Todas fueron cerrando al ritmo de la amenaza de prohibición del amianto, según se recoge en el libro El amianto en España: estado de la cuestión (2011), de Ángel Cárcoba, Francisco Báez y Paco Puche. A excepción de Quart de Poblet, cuya fábrica cerró en 1984 y donde no se registraron muertes por mesotelioma ni asbestosis entre 2001 y 2020, el resto de los municipios tienen en común un legado de muertes por enfermedades asociadas al amianto.
Los municipios de tres de sus sedes âcuatro si contamos a Ripollet, situado junto a Cerdanyolaâ están dentro de las 20 de localidades con mayor tasa de mortalidad por cada 100.000 habitantes. En términos absolutos, 244 personas han muerto por mesotelioma y asbestosis en los municipios donde Uralita tenía una fábrica.
En Sevilla y Valladolid, ambas fuera de esta tabla, murieron al menos 119 y 110 personas, respectivamente por asbestosis y mesotelioma. De 2007 a 2020, de acuerdo con los datos del CEPROSS, tres empresas vinculadas a Uralita reconocieron 60 enfermedades profesionales por amianto.
Junto a este legado de muertes, Uralita y sus siete fábricas ha dejado otro de demandas por daños y perjuicios. Sin embargo, la esperanza de acceder a una indemnización ha quedado truncada para muchas de las víctimas después de que COEMAC, la antigua Uralita, se declarara en concurso de acreedores en 2020 argumentando que no contaba con liquidez para hacer frente a las indemnizaciones pendientes. Actualmente, COEMAC afronta un juicio por descapitalización dolosa.
Su actual administradora, Barrilero y Zubizarreta Concursal, no ha contestado a las preguntas de este medio.
“A partir de las primeras demandas colectivas contra Uralita, en 2009 en la vía civil y en lo laboral en 2012, que lograron sentencias a favor de más de 50 demandantes, la empresa comenzó a crear sociedades satélites a las que derivaron los negocios productivos”, explica Fernando Morillo, abogado de la Asociación de Víctimas de Amianto (AVIDA).
«La única sociedad con patrimonio la han vendido por una cantidad pequeña, pero hubiera servido para indemnizar a las víctimas”, dice este abogado que ha defendido a más de 200 enfermos por el amianto.
“Entre el 80 y el 90% de los trabajadores de los astilleros de Ferrol tiene algún tipo de enfermedad relacionada con el amianto”, asegura Carmen Diego, jefa de servicio de Neumología del Hospital Universitario de Ferrol, sexto municipio en tasa de mortalidad por amianto de España.
“La exposición de los trabajadores de los astilleros de Ferrol al amianto es muy elevada”, describe en base al resultado del análisis de los pulmones de los trabajadores fallecidos, que presentan hasta 15.000 cuerpos de amianto por gramo de tejido. Entre 2001 y 2020, murieron por asbestosis y mesotelioma 46 personas en esta ciudad coruñesa de casi 65.000 habitantes. Más del 70% tenían entre 70 y 80 años.
La Coruña lidera el ranking de provincias en las que se han reconocido más enfermedades profesionales por amianto (204), 78 de las cuales fueron otorgadas por Navantia, la sociedad pública de construcción naval, y 8 por su predecesora Izar Construcciones Navales, convirtiendo a este histórico astillero en la empresa que más enfermedades profesionales ha reconocido en España entre 2007 y 2020.
“A todos nosotros, el amianto nos parecía suave y ligerito”, recuerda Rafael Pillado, histórico sindicalista ferrolano enfermo de mesotelioma. Entró a trabajar en 1957 como aprendiz en los astilleros de la Empresa Nacional Bazán, hoy Navantia, “Yo era muy joven y a veces, cuando entraba a trabajar con sueño porque me había ido de fiesta, el operario me decía que me echara a descansar en una plancha de amianto porque no sabíamos las consecuencias”.
Tal y como reconoce Navantia en respuesta a Moncloa.com, desde 1930, el uso de amianto en la construcción naval como aislante térmico e ignífugo era muy intenso. Estaba presente en los camarotes, en la zona de tripulación, en la sala de máquinas y en conductos, entre otras instalaciones.
Sobre todo, era común en los buques de guerra, como en los llamados“Cinco Latinos”, fabricados por la Marina estadounidense para participar en la segunda guerra mundial y cedidos a España en el marco de un acuerdo militar de 1953 entre Franco y el presidente Eisenhower.
Estos buques, revestidos al completo de amianto, fueron reparados en los astilleros de la Empresa Nacional Bazán, hoy Navantia, en Ferrol, Cartagena y la Bahía de Cádiz hasta el fin de su vida útil, entrados los 2000. Precisamente, uno de los primeros trabajos de Pillado en Navantia fue remodelar uno de estos buques sin ninguna medida de seguridad.
Rafael Pillado es consciente de que se enfrenta a una última batalla, que seguirá “hasta el último aliento” en el frente judicial convirtiendo su caso en una causa colectiva para sensibilizar a la población sobre los efectos del amianto y para que las víctimas accedan a indemnizaciones que él considera más justas.
“Yo ya estoy llegando a mis últimos días, no sé si me quedan 15 días o tres meses porque no hay tratamiento posible y estoy con cuidados paliativos”, reconoce. “Lo asumo peleando porque la pelea ha formado siempre parte de mi vida”.
Navantia informa que dejaron de usar el amianto para construir buques a mediados de los ochenta. Por aquel entonces la empresa pública detalla que su plantilla total era de 13.000 trabajadores. De ellos, denuncia Pillado, “una parte importante desarrollará dificultad para respirar porque no sólo es el riesgo de fallecimiento, las enfermedades no mortales por amianto hacen que la vida se transforme en un drama permanente”.
Al igual que en Ferrol, en Cartagena opera un astillero de Navantia en el que también se construyeron y repararon buques que tenían una alta presencia de amianto. Sin embargo, Navantia sólo ha reconocido en Cartagena enfermedades profesionales en siete casos de 2007 a 2021, mientras en Ferrol otorgó 78.
Navantia no es la única gran industria en Cartagena en la que sus trabajadores afirman haber estado en contacto con amianto. También Repsol, que tiene en el valle de Escombreras un gran complejo petroquímico, fue denunciada por antiguos empleados por la misma razón.
El análisis de los datos de defunciones por asbestosis y mesotelioma sitúa a Cartagena en el décimo puesto de fallecidos por estas enfermedades asociadas al amianto, con 108 muertos desde 2001 a 2010.
“Yo tengo de todo menos mesotelioma”, dice con humor Ricardo Torregrosa, de 70 años y electricista de sala de máquinas de Navantia hasta su jubilación en Cartagena. A pesar de padecer 3 enfermedades causadas por amianto-asbestosis, atelectasia redonda y derrame pleural- todavía no ha logrado el reconocimiento como enfermedad profesional, aunque sí la incapacidad total.
Participa en una demanda colectiva junto a otros 5 trabajadores de Navantia en Cartagena. “Aquí en Cartagena los jueces pasan por encima de la Seguridad Social”, denuncia y explica que ahora, desde la Asociación de Afectados por el Amianto de Murcia (APENA) aconsejan a las víctimas presentar sus demandas en Madrid.
Los asociados de APENA, la gran mayoría jubilados, se manifiestan semanalmente con carteles que usan lemas como: “Cartagena: conspiración del silencio”. Consideran la ciudad un epicentro silenciado del amianto.
Repsol se ha enfrentado en Cartagena a demandas por daños y perjuicios de trabajadores que padecen enfermedades de amianto, pero la multinacional española siempre ha negado que esa exposición se diera. “Repsol no utiliza ni manipula amianto en sus procesos productivos”, afirma en una respuesta a este medio.
“Cualquier operación que pudiese estar relacionada con la manipulación, montaje o desmontaje de elementos que pudieran contener amianto siempre ha sido contratada con empresas especializadas y autorizadas para ello”, afirma un portavoz de la multinacional energética.
Antonio Úbeda, trabajador de Repsol, falleció en 2011 por un mesotelioma. Su familia demandó a Repsol y la Sala Social del Tribunal Superior de Murcia condenó a la empresa al pago de una indemnización de 91.000 euros. Los magistrados consideraron probado que en la refinería se usaba el amianto en las tuberías que tuvo reparar Antonio como calderero.
Para Alfredo Menéndez, catedrático de Historia de la Ciencia en la Universidad de Granada y experto en amianto, Cartagena es un “clúster del mesotelioma”, pero no se visibiliza como problema público.
Como contrapunto, describe a País Vasco, Cerdanyola del Vallès o Ferrol como “archipiélagos”, “pequeñas islas de reconocimiento”. “Allí hay asociaciones fuertes, observatorios del amianto e institutos médicos especializados para tratar a las víctimas”, explica Menéndez.
“En el resto de España, la gente vive una enfermedad como mala suerte. Si no vives en uno de estos archipiélagos, te vas a la tumba sin saber que tu muerte ha sido causada por el amianto y no accedes a tus derechos”, concluye.
Fuente: www.moncloa.com
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