Alicia González, de 32 años, la hija de Santos González Rollán, el primer trabajador de Metro al que se le reconoció como enfermedad profesional el cáncer de pulmón que le costó la vida por su exposición al amianto en el Metro, ahora respira. «Por fin podremos cerrar uno de los capítulos más angustiosos de nuestra vida». No solo ella, sino también su madre y su hermano. Y ella dice que hasta su padre fallecido podrá descansar en paz después de una dura batalla judicial que han librado en los tribunales durante los últimos cinco años y que ha culminado con un acuerdo entre Metro y los afectados y familiares de fallecidos por amianto con el que consideran que por fin se ha hecho justicia.
El acuerdo, firmado este miércoles, contempla indemnizaciones para los afectados por amianto y los familiares de los fallecidos, además de los que pudiera haber en el futuro. Además, Metro reconoce la existencia de amianto en el suburbano madrileño y admite su responsabilidad por no haber protegido debidamente a los trabajadores. «Mi padre luchó por que Metro reconociera que había cometido un delito y han tenido que pasar años para que esto ocurra. Por eso me da pena que, después de lo que ha peleado mi padre por que esto fuera así, ahora no pueda verlo».
El acuerdo alcanzado esta semana contempla, en el caso de tratarse de un trabajador fallecido, que el cónyuge perciba 200.000 euros. En cuanto a los hijos, la cuantía varía en función de si existe o no convivencia y dependencia económica con el trabajador (entre 66.650 y 115.525 euros). Sin embargo, nada de esto parece compensar la pérdida de la mujer y los dos hijos de Santos González. «El dinero está bien, pero mi padre ya no está porque una vida no vale 200.000 euros. Al que está enfermo, la indemnización no le dará la salud, y al que ha fallecido no le devolverá la vida, pero quien haya tenido la culpa de todo esto se va a ir de rositas», lamenta Alicia.
El calvario de la familia de Santos González comenzó en 2013, cuando fue diagnosticado de asbestosis. A raíz de una operación de rodilla, le realizaron una radiografía de tórax y ya entonces los médicos le advirtieron de que tenía una pequeña mancha en el pulmón.
«Mi padre se asustó cuando recibió el diagnóstico del médico de la Seguridad Social, porque le dijo que padecía era una enfermedad degenerativa. Sabía que se iba a morir porque había visto que otros compañeros suyos que habían estado expuestos como él al amianto habían fallecido. Decía que le quedaban dos telediarios y lo vivimos con mucho miedo y angustia. Cada vez que iba al médico temía que le dijera que ya había desarrollado cáncer de pulmón porque estaba seguro de que le iba a tocar en algún momento, como así ocurrió en 2020. De hecho, sufría depresión porque no dejaba de pensar que estaba condenado a morir».
Pero si hay algo que Alicia aún recuerda con amargura es el día en que su padre comunicó al responsable médico de Metro que padecía asbestosis (enfermedad que provoca cicatrización del tejido pulmonar y falta de aire). «¡Le dijo que podía continuar haciendo su vida normal, que eso no era nada!».
Santos González, falleció en enero de 2021 a los 61 años por haber manipulado y haber estado expuesto al amianto en el Metro de Madrid, según informó en su día el sindicato Comisiones Obreras, después de haber trabajado en la compañía durante más de 43 años. Alicia cuenta que su padre entró a trabajar en Metro a los 17 años y allí transcurrió toda su vida laboral hasta que se le reconoció la enfermedad profesional. De hecho, fue el 27 de abril de 2018. De hecho, llegó a comparecer en la comisión de investigación sobre el amianto que se constituyó en la Asamblea de Madrid en su momento para explicar cómo manipuló y estuvo expuesto al amianto en los trabajos que realizaba en Metro de Madrid. Santos González, junto a CC OO y otros afectados y familiares, se personó como acusación particular en el procedimiento abierto en el Juzgado de Instrucción número 23 de Madrid que investigó a siete responsables de Metro de Madrid por presuntos delitos contra la seguridad y la salud de los trabajadores al permitirles desarrollar su trabajo expuestos al amianto. Entonces declaró que en 40 años de trayectoria profesional solo había recibido una charla de dos horas sobre los peligros del amianto y declaró sentirse «maltratado» por la compañía, a la que acusó de haber actuado «con negligencia». Su hija Alicia y su familia por fin cierran uno de los episodios más dolorosos de su vida. «Ahora, cuando viajo en Metro, solo recuerdo las anécdotas y cosas divertidas que nos contaba que ocurrían. Esto se ha acabado».
Santos González entró a trabajar como aprendiz en Metro de Madrid a los 16 años en el antiguo Taller de Material Fijo. Después, en 1978 formó parte del equipo que se encargaba de mantener las escaleras mecánicas, una función a la que estuvo dedicado hasta 2007. Después se encargó de las labores de mantenimiento de las estaciones. Su hija Alicia recuerda que su padre «llevaba piezas con amianto hasta en los bolsillos». Él mismo, durante su comparecencia en la Asamblea de Madrid en la Comisión de Investigación sobre el amianto, recordó que era común taladrar, cortar, lijar y barrer materiales con amianto, como era el caso de las zapatas de freno o los pasamanos de las escaleras, y que el «polvillo desprendido resultaba casi imperceptible».
Fuente: www.larazon.es
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