A pesar de que ya hace más de 20 años que se prohibió en España la fabricación y uso del amianto, la problemática relacionada con los residuos de este material por todo el territorio nacional, y en concreto en Toledo, sigue vigente. Es por ello que la Asociación de Vecinos 'El Tajo' de la capital castellanomanchega recogió el guante y ha organizado este año el Congreso Nacional sobre el Amianto, con una serie de ponentes, que expusieron la necesidad de respuestas y soluciones a los riesgos para la salud que entrañan las fibras del asbesto.
Gema Ruiz Azaña, coordinadora de la asociación vecinal toledana que en 2025 cumple 50 años, ha recordado durante la inauguración que el problema del amianto no solo es de Toledo, por la cantidad de residuos acumulados, sino que se trata de una problemática nacional. Pero también advirtió, aprovechando la presencia del alcalde de la ciudad, Carlos Velázquez, que es su “obligación” exigir a la Junta de Comunidades un plan para solucionar el problema de los residuos y lamentó que nadie del Gobierno regional quisiese asistir a la cita. “Estáis obligados a hacer la petición”, aseveró.
Por su parte, Velázquez anunció que se incorporará una cuantía económica “importante” en los presupuestos de 2025 para realizar el mapa del amianto en la capital y aseguró que aunque no es de su competencia, sí es su “deber”. El edil aseguró que “no queremos limitarnos a exigir a otras administraciones” la retirada de los restos, sino que cumplirán “su obligación” como administración local. “Este mapa no lo va a hacer nadie por nosotros. Es nuestro deber”, recalcó.
En la primera mesa del congreso, el doctor Antonio Agudo, médico especializado en medicina preventiva y salud pública, resaltó que “todas las formas de amianto” son cancerígenas para los seres humanos y son la “única” causa del mesotelioma, un cáncer de pulmón que afecta a la pleura, capa que recubre los pulmones. “No tiene otra causa aparte del amianto”, aseveró Agudo.
El especialista también advirtió de que el número de mesoteliomas que se detectará en los próximos años crecerá en un “50%”. “Desde hace tiempo que dejó de ser un problema laboral. Ahora es un problema de salud pública, al alcance de todos”.
La neumóloga Carmen Diego, jefa de sección del Hospital Universitario Central de Asturias, recordó que hace ya cien años en la literatura médica se advertía de los peligros del asbesto en los trabajadores que lo manipulaban. “Ya en los años 60' se advierte de que el amianto produce cáncer pleural”, resaltó la experta, que hizo referencia a casos del siglo pasado en Reino Unido.
“El mesotelioma es un cáncer que no existiría si no hubiera amianto”, asevera Juan Ruiz Martín, patólogo del Hospital Universitario de Toledo y profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), uno de los expertos que han participado en el encuentro.
Desde el año 2000 se han detectado un total de 35 casos de mesotelioma en Toledo. “Es un cáncer que no tiene cura. Te mata en un período de entre uno y dos años”, expone sobre esta enfermedad que no solo ha afectado directamente a trabajadores de Ibertubo, la extinta empresa que depositó alrededor de 90 mil toneladas de este componente de fibrocemento en distintos puntos del barrio del toledano del Polígono.
“Entendemos que el problema del amianto tiene una base científica, sanitaria y social muy importante. Todas esas patas del problema tienen que ser abordadas por igual”, expone Ruiz Martín en declaraciones previas a la celebración de un evento que cuenta con “profesionales de primera nivel” y con el que quieren “ofrecer un enfoque con el que el ciudadano sea capaz de entender que tiene un problema a las puertas de su casa”.
El patólogo y profesor universitario señala que la afección del amianto en trabajadores de Ibertubo está “muy bien estudiada”, pero “lo que no se sabe tanto es cómo afecta a la población en general, ni a las parejas, familiares o vecinos de los trabajadores”. “Gracias a trabajos desarrollados por el doctor Josep Tarrés -quien también está presente en la mesa sanitaria del Congreso- sabemos que hay una afectación ambiental y que causa distintos tipos de cánceres”.
En la mesa técnica del congreso ha intervenido también el ingeniero industrial y sociólogo, Miguel Ángel Figueroa, recientemente doctorado por la Universidad de La Laguna con su trabajo ‘Cultura de seguridad y salud en el trabajo y riesgo de exposición a amianto’. “El amianto en el cuerpo de una persona también es un residuo”, explica el experto, quien resalta que esta situación no es un accidente de trabajo, sino una “enfermedad profesional asociada al residuo”.
“El amianto tiene un periodo de latencia largo de 10, 20 o incluso 40 años”, señala Figueroa, y puede afectar a trabajadores, las personas con las que conviven y también las personas vecinas de los lugares en los que se ha instalado el residuo.
Por ejemplo, apunta a los residuos de la fábrica de Uralita en Cerdanyola, que fue condenada a pagar 3,5 millones de euros a vecinos por la exposición a este material. La exposición, describe, puede provocar una serie de enfermedades, desde cáncer de laringe hasta fibrosis pulmonar.
Figueroa incide especialmente en el tratamiento de los residuos que deja el trabajo con el amianto y explica situaciones en los que la limpieza de edificios con restos de amianto se ha hecho “a lo bestia”, sin tomar las precauciones necesarias, como en el caso de un inmueble en Arona, en 2016, una situación que ha estudiado él mismo.
El sociólogo también ha aplicado el tratamiento de los residuos de amianto a la teoría de la Sociedad del Riesgo, de Ulrich Beck, en la que se habla “fundamentalmente” sobre la distribución de la riqueza que se ha creado gracias al desarrollo industrial. “Se trata de un reparto inversamente proporcional de los riesgos, que afecta más a los trabajadores”, afirma.
“En España existe un hándicap, ya que no es uno de los países más desarrollados de Europa, llegó tarde al desarrollo industrial y también ha llegado tarde a analizar los riesgos del amianto”, explica y recuerda que fue recién a finales del año 2001 cuando se prohibió su utilización y fabricación.
Debido a esta tardanza todavía hay “mucho amianto instalado” y por eso hay que quitarlo “como Dios manda”, asevera. “Y claro, este es el problema ahora, quitarlo”, destaca. Figueroa recuerda que existe un dictamen que sitúa el año 2032 como límite para retirar todo el amianto del continente. “Está a la vuelta de la esquina”.
José Lorenzo Zuñiga fue uno de los asistentes al Congreso Nacional del Amianto, celebrado este sábado 16 de noviembre en Toledo y cuyas primeras conclusiones se conocerán este lunes. No es la primera vez que va a un congreso de este tipo, pero aclara que ha venido al toledano porque disfruta de la ciudad. “Si hubiese sido en Bilbao, a lo mejor no iba”, bromea. Ha venido con su mujer y su hija.
Zuñiga es miembro desde 2019 de Ananar, la asociación navarra de víctimas del amianto. Las consecuencias que tuvo en su salud la exposición al asbesto le obligaron a jubilarse a los 51 años. ¿Dónde trabajaba? En una fábrica de galletas, que primero era familiar y luego pasó a ser multinacional.
“Me puse malo y me fui al médico. Me dijeron vete a tu médico de cabecera”. Y así empezó todo. Pero no son solo los problemas de salud que le aquejan los que le han preocupado. “He estado años sin decir nada. No te atreves, piensas que te vas a morir. Yo pensaba que me iba a morir al día siguiente de jubilarme”, reflexiona sentado en el Congreso. De fondo, la mesa específica de personal sanitario, en la que el doctor Antonio Agudo sentenciaba: “Todas las formas de amianto son cancerígenas”.
Zuñiga ha sido siempre un hombre de monte. Cazador. “Siempre he andado mucho. Quince, veinte kilómetros, cualquier día”, recuerda. Pero un día ya no. Un día ya no pudo seguir el ritmo a sus compañeros con los que salió de montería. Y otro día se cayó y tuvo que ir al hospital, donde le hicieron unas placas. Y de ahí al médico de cabecera, y después al especialista.
“Ahí empezó todo”. Hace 20 años, recuerda José Lorenzo, no había tantos medios como ahora. El asbesto que le hizo enfermar era el que rodeaba los grandes hornos de la fábrica de galletas, y se utilizaba para impedir que saliese el calor de los mismos. Cuando el material se deformaba por las altas temperaturas, lo tenían que sacar. “Lo sacábamos a sacos, y luego esos sacos los tirábamos”, recuerda.
Su pulmón izquierdo está tan afectado por la asbestosis que es “como que casi no tuviera”. Cuando llegó el momento de su diagnóstico, recuerda, solo pensaba que se iba a morir. “Ves las placas y ves el pulmón y... Es lo que piensas. Que te vas a morir”, recuerda.
Fuente: www.eldiario.es
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