El cáncer es la epidemia de nuestros días. Es la enfermedad que más contribuye a la mortalidad y a la disminución de la esperanza de vida de la población. Una de cada tres personas en nuestro país desarrollará un cáncer a lo largo de su vida, pero lo que muchas veces se obvia es que entre el 4 y el 10% de estos cánceres tienen su origen en el trabajo. Esta falta de reconocimiento causal provoca que solo una pequeña parte de recursos destinados a combatir el cáncer en la sociedad se destine a la prevención del riesgo por exposición laboral.
Las campañas preventivas públicas ponen el énfasis en factores de riesgo individuales como el tabaco, la dieta, el alcohol, la falta de ejercicio físico o la influencia de factores genéticos, olvidando que las condiciones de trabajo son las responsables de al menos 10.000 casos nuevos anuales de cáncer en España. De hecho, el cáncer laboral es la principal causa de muerte en el trabajo; mueren por este motivo más personas que las que mueren por accidentes de trabajo y de tráfico juntas.
Sin embargo, el cáncer laboral apenas existe en las estadísticas oficiales, camuflado bajo la etiqueta de enfermedad común, permanece oculto. De hecho, en el año 2018, las Mutuas Colaboradoras de la Seguridad Social solo han declarado en nuestro país 27 cánceres profesionales. Esta actuación de las mutuas lastra la eficacia de la prevención, además de hurtar sus derechos a las personas que los sufren y sobrecargar el gasto de los sistemas públicos de salud, que asumen los costes de la atención sanitaria de estos procesos.
Cuando se habla de agentes cancerígenos en el entorno de trabajo se suele pensar en productos y sustancias de naturaleza química, pero hay que tener en cuenta que también hay otros tipos de agentes relacionados con la aparición de cáncer que no son de tipo químico y que también pueden ser muy frecuentes en nuestros trabajos.
Entre ellos, y en primer lugar, está el amianto, del que se estima que ha producido y producirá millones de muertes en todo el mundo. Pero hay muchos más, hasta 173 según la Agencia de Investigación contra el Cáncer de la OMS; partículas en forma de polvo como la sílice y el polvo de madera, numerosos metales como el cromo VI o el arsénico, las radiaciones ionizantes o la radiación solar que afecta a muchos colectivos como los trabajadores/as agrícolas, de la construcción, jardinería, obras públicas, sector forestal... También ciertos virus, bacterias o parásitos, que aunque tienen menor entidad, afectan de forma muy especial a agricultores y ganaderos, personal sanitario y de laboratorios o de tratamiento de aguas residuales.
Existen profesiones que se han relacionado con una mayor probabilidad de cáncer, como los bomberos/as, pintores/as, peluqueros/as, etc., aunque no se ha podido determinar con precisión el agente o agentes responsables. Incluso ciertas formas de organizar el trabajo como el trabajo a turnos, que implique la alteración de los ritmos circadianos, están relacionados con el cáncer.
Desde que en 1775, un cirujano londinense, el Dr. Percival Pott describiese el primer cáncer laboral, el cáncer de escroto de los deshollinadores, se han ido añadiendo multitud de asociaciones. Nuestra normativa recoge actualmente 17 agentes y 30 cánceres asociados a ellos. Los tumores que más frecuentemente se han asociado con la actividad laboral son el cáncer de bronquio y pulmón, vejiga, cavidad nasal y senos paranasales, hígado, mesotelioma, leucemia, linfomas y cánceres de piel no melanocíticos.
A la Confederación de CCOO, en general, y a CCOO de Madrid en particular, nos mueve el convencimiento de que todos los cánceres laborales se pueden prevenir. Si tienen su origen en el trabajo son, por definición, evitables y, por ello, es injusto e inaceptable que los trabajadores y las trabajadoras tengan que asumir un mayor riesgo de cáncer en el trabajo. Esta afirmación absolutamente categórica es la que nos inspira para que el “Cáncer 0 en el trabajo” sea una realidad. Puesto que una única mutación en una única célula puede dar lugar teóricamente a un tumor maligno, no existe ningún nivel seguro de exposición, la única exposición segura es la que no existe, “exposición cero”. Para conseguir este objetivo el conocimiento es esencial; conocimiento por parte de empresas, trabajadores/as y delegados/as, tanto de los riesgos como de la existencia de agentes cancerígenos en los lugares de trabajo.
Esta situación requiere de un compromiso real y efectivo de administraciones y empresas; es necesario mejorar la detección, declaración y reconocimiento del cáncer de origen laboral, porque constituyen importantes puntos de partida para abordar su prevención, que se basa en la eliminación y el control de las exposiciones origen del riesgo.
Es urgente actuar porque las exposiciones de hoy serán los cánceres de mañana.
Fuente: www.cuartopoder.es
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