El siglo XX estaba a punto de acabarse cuando Rafael Pillado recibió una triste noticia. Un compañero de su mismo taller en el astillero Bazán había muerto. No era el único que faltaba. Lenta y sigilosamente el amianto se los había llevado a todos. Pero hasta aquel momento nadie pensaba que las partículas del material aislante que durante años habían llegado a los pulmones de los obreros ferrolanos eran las responsables. Sindicalista histórico y uno de los fundadores de CCOO durante el franquismo, Pillado decidió investigar y fue quien lo destapó. A punto de cumplir los 80 años, él también acaba de ser diagnosticado de cáncer. «No quiero que mi enfermedad y la de tantos sea clandestina», asegura. Durante el tiempo que le quede de vida emprenderá la última de sus batallas, la de denunciar a los responsables de miles de «asesinatos silenciosos».
Rafael Pillado ha decidido mantener su modo de entender la vida hasta el final. En 1957, con apenas 15 años, pisó por primera vez los astilleros de Bazán. Entre nubes de amianto, con el que se forraba prácticamente cualquier esquina de los barcos de guerra, fue forjándose su carácter reivindicativo. Del astillero en el que se fabricaban buques de hierro salieron también hombres férreos. Pillado pasó cuatro años en la cárcel, primero en La Coruña y después en Carabanchel, por ser uno de los responsables de la organización de la histórica manifestación del 10 de marzo de 1972, en la que murieron dos obreros a manos de la Policía franquista. En menos de un mes se cumplirán 50 años de una protesta que no quiere que caiga en el olvido. «El amianto está dentro de las reivindicaciones del 72, porque nosotros reclamábamos un trabajo limpio, no contaminado», recuerda. Entonces los trabajadores desconocían los efectos para la salud del mineral, pero Pillado sostiene que los responsables de la empresa sí eran conscientes.
En 1898, de la mano de la revolución industrial, el amianto comenzó a usarse en fábricas textiles de Gran Bretaña como aislante de las máquinas de vapor. «En 1927 aparecen los primeros casos publicados de trabajadores con asbestosis», explica la doctora Carmen Diego, responsable de la unidad de vigilancia postocupacional de los trabajadores del amianto, creada en el Hospital Arquitecto Marcide de Ferrol. En 1955 la comunidad científica empieza ya a relacionar el material con el cáncer de pulmón y en 1960 aparece un artículo que considera al amianto el responsable único del mesotelioma, un tipo de tumor de mal pronóstico. Es el que ha desarrollado Rafael Pillado.
Cuando el sindicalista destapó que el amianto estaba detrás de las muertes de los obreros de Bazán estimó que en la comarca podía haber unos 2.000 afectados. «Me tacharon de alarmista», recuerda. Pero se quedó corto. Actualmente la unidad que dirige la doctora Diego hace seguimiento hospitalario a 1.300 pacientes y la cifra sube si se tienen en cuenta a los que son atendidos en Primaria. La consulta monográfica se creó en 2002 y cinco años después los astilleros públicos (hoy Navantia) remitieron un listado de 5.000 trabajadores que habían estado en contacto con el amianto. El mineral cancerígeno se ha cebado también con las mujeres de los operarios de la construcción naval, que a menudo se ocupaban de lavar los buzos a sus maridos. «Como el grado de afectación en los astilleros ferrolanos por amianto es muy elevado, ellas también están afectadas», explica la neumóloga Carmen Diego. «Nosotros tratamos unos 9 o 10 casos de mesotelioma al año, es mucho. En sitios donde no hay este tipo de industria no ven ni un solo caso», prosigue la doctora. El cáncer es la enfermedad más temida, pero hasta un 80% de los obreros que trabajaban en contacto con el mineral han desarrollado problemas respiratorios causados por placas pleurales.
Pillado recuerda que durante años en algunos talleres de Bazán las planchas de amianto se cortaban con tijeras, como las de un sastre que secciona una tela. También que en los momentos muertos algunos trabajadores jugaban tirándose polvo del mineral unos a otros. No había ni mascarillas, ni trajes de protección. «Nadie nos dijo nada, pero sabían lo que estaban haciendo. La dirección de Bazán nos estaba envenenando», recrimina el afectado. Ya prejubilado, cuando sus compañeros empezaron a desaparecer, el sindicalista se encontró con un antiguo alto cargo en el astillero. Pillado asegura que le confesó que desde los años 50 estaban al tanto de lo que pasaba con el amianto en Estados Unidos, donde ya había múltiples afectados. Ahora, en la última batalla que le ha obligado a jugar la vida, quiere intentar demostrar en un juicio que en España se permitió durante años el uso del amianto pese a que ya se conocían sus graves efectos para la salud. «Hubo una ocultación absoluta», subraya. En España, relata, la Banca March financió el golpe de Estado del 36. «Cuando acaba la Guerra Civil, Franco le concede la autorización sin límites de importación de amianto. La banca March crea Uralita, que inunda este país de tejados de amianto», explica. «Esto llevó a que en las empresas públicas el amianto estuviese por todas las esquinas», prosigue.
Aunque ya en 1987 la Organización Mundial de la Salud consideró este mineral como responsable de la aparición de cáncer de pulmón, en España no se prohibió su uso hasta el año 2001. Los afectados de los astilleros ferrolanos tuvieron que organizarse para reclamar indemnizaciones. En 2004 constituyen la Asociación Galega de Víctimas do Amianto (Agavida) para asesorar a los enfermos que aún estaban vivos. Casi 20 años después el proceso de reclamación sigue siendo difícil. «Hoy mismo he solicitado al Instituto Nacional de la Seguridad Social la incapacidad permanente de Rafael Pillado, van a tardar un año en concedérsela», explica Ramón Río, secretario de Agavida. Los juicios para poder reclamar una indemnización tampoco van rápidos. «Cuando llega la fecha, son muchos los que ya están enterrados», lamenta Río. Él es también una de las múltiples víctimas del amianto en la comarca ferrolana. Trabajó en la antigua Astano, donde la incidencia es menor que en Bazán. Allí se fabricaban petroleros y otros mercantes que necesitan menos aislante que los buques de guerra.
Los obreros del naval no son tampoco los únicos afectados. Aunque en menor proporción, hay un goteo de casos entre los trabajadores de la construcción. Su situación, recalca el secretario de Agavida, es aún más complicada. Navantia es una empresa grande con capacidad para responder ante las indemnizaciones, pero no hay nadie para compensar a los albañiles que trabajaban para pequeñas compañías. Los militares que navegaban en los barcos construidos por Bazán también tienen problemas para que se les reconozca que su cáncer es consecuencia del amianto. «Llegan al juicio y les dicen que es por el tabaco», denuncia Río.
Pillado se ha propuesto afrontar el cáncer desde la serenidad y denunciar «por tierra, mar y aire» a los responsables del robo de la salud de miles de trabajadores. No quiero que mi enfermedad sea clandestina, ya me tuvieron 40 años en la clandestinidad», concluye el histórico sindicalista.
Fuente: www.abc.es
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