Esta semana la Seguridad Social reconocía la contingencia profesional por silicosis a un trabajador de una marmolería de Álava con incapacidad permanente absoluta desde 2015. El afectado había trabajado en esta empresa desde 1997 hasta 2015, cuando causó baja al reconocerle la incapacidad permanente absoluta derivada de enfermedad común, que no de silicosis, pese a los antecedentes de esta enfermedad reconocidos en su empresa. Ocho años después, un Juzgado de lo Social ha reconocido el derecho de este trabajador vasco al cobro de una indemnización de 70.000 euros, al considerar inequívoca la relación de la enfermedad con la actividad laboral en la empresa. Este caso es uno de los cientos de ejemplos que, once años después de que empezaran a salir los primeros afectados por el polvo de sílice y tres de que estos fueran declarados elementos cancerígenos, han disparado las alarmas ante lo que algunos expertos llaman “el nuevo amianto”.
A esta avalancha de casos en los últimos años, se le suma el conocido ‘Caso Cosentino’, del gigante del silestone almeriense que finalmente hace un mes admitía su responsabilidad por la silicosis en trabajadores del mármol en todo el país. Movimiento que realizan a punto de salir a bolsa con una capitalización de 3.000 millones.
Los casos relacionados con este gigante almeriense retumbaron en por primera vez Euskadi a finales de 2016, cuando seis extrabajadores de una marmolería de Bermeo, todos ellos enfermos por haber respirado durante años polvo de sílice, pidieron tanto a Cosentino como a Levantina, otro fabricante gigante de encimeras de cuarzo penas de entre dos y cuatro años de cárcel por un posible delito contra la salud de los trabajadores. Aunque finalmente fueron absueltos, el juicio marcó un antes y un después, pues sirvió como guía para los cientos de trabajadores -incluso miles- que pueden estar enfermos de silicosis.
La silicosis es una enfermedad pulmonar crónica que se produce al inhalar partículas de sílice, que se depositan en el tejido pulmonar y producen alteraciones que, a la larga, pueden provocar síntomas respiratorios, como tos, disnea, dificultad para respirar e incluso cáncer pulmonar. Los profesionales con mayor probabilidad de desarrollar las lesiones asociadas a esta enfermedad son los que trabajan en sectores o industrias en los que se manipulan materiales que contienen sílice, como canteras y minas, la construcción, los trabajadores de mármol y aquellos que realizan labores de limpieza con chorros de arena.
Así, y según el Instituto Nacional de Silicosis, el sector del mármol y la fabricación de aglomerados de sílice son responsables de uno de cada cinco nuevos diagnósticos de trabajadores. Con datos de 2021, de los 234 nuevos casos diagnosticados, 44 correspondían a trabajadores de esta actividad. En Euskadi, aunque no está calculado cuanta gente podría haber sido enfermada por la inhalación de estos polvos, hay una gran presencia de este tipo de actividades. Sobre todo del sector de la marmolería, después de que en 2010 se experimentase un boom del uso de los aglomerados de cuarzo.
“Estos aglomerados de cuarzo se introducen en el mercado a primeros de los años 2000 y se experimenta un verdadero boom de la silicosis en el sector de las marmolería ya que eran muy vistosos, la gente los quería y se vendía muy bien. Sin embargo, mientras la piedra natural puede contener un 30% de polvos sílice, estos contenían un 90%. Esto es una bomba para los trabajadores, más aún si no lo haces con las medidas necesarias”, explica Alfonso Ríos, encargado de Salud Laboral de CCOO.
Apunta que aunque los fabricantes sabían desde el primer momento los riesgos para los trabajadores, no fue hasta que empezaron a salir los primeros casos, “allá por 2011”, cuando se empezaron a tomar medidas como mascarillas o nuevos métodos de corte con cortinas de agua. Medidas que “desgraciadamente llegaron tarde”. Asegura que las propias empresas tendrían que haber puesto medidas también, ya que, “aunque se manejaban los porcentajes de la piedra natural -30% de polvos sílice”-, esto ya es un nivel alto como para implementar medidas”.
A CCOO los casos empezaron a llegar, tal y como afirma Ríos, sobre 2010-2011, y asegura que sorprendió y sorprende el número de afectados jóvenes. Detalla que hay numerosos casos de trabajadores de 30 años que han tenido que recibir la incapacidad permanente, así como de gente de esta misma edad que ha tenido que recibir la incapacidad permanente absoluta, es decir, dejar de trabajar de por vida. El alto número de personas jóvenes afectadas por este polvo choca con el periodo de latencia de esta enfermedad y, a su vez, recuerda al amianto. "Ambas tienen periodos de latencia altos. Desde que te enfermas hasta que tu cuepro lo manifiesta en este caso pueden pasar 10 años. Ocurría lo mismo, aunque de manera más exagerada con el amianto, cuyas enfermedades derivadas de él tardaban en manifestarse entre 30 y 50 años".
Tras la resolución d euno de los casos relacionados con Cosentino y la admisión de uno de sus encargados de la responsabilidad, relacionándola directamente con el polvo de sílice, el encargado de Salud Laboral de CCOO, asegura que se les queda un "sabor agridulce". Ya que, "lo han admitido, pero tarde. Si lo hubiesen admitido antes habrían ahorrado mucha enfermedad. El amianto el España se prohibe en 2002, en Suecia, por ejemplo, en 1980. Sabían que era malo y deberían haberlo retirado antes".
Desde este sindicato se ha pedido en numerosas ocasiones que este material se retire, sustituyéndolo por otro que sea menos nocivo para la salud. Como este movimiento lo ven imposible, enumeran una serie de medidas para "combatir contra las enfermedades provocadas por el polvo de sílice", como el uso obligatorio de mascarillas en el trabajo. Hacen un llamamiento además para que todo aquel trabajador que haya estado en contacto con este material y desarrolle algún tipo de dolencia pulmonar acuda al sindicato, para que este realice todas las solicitudes oportunas para que se reconozca como enfermedad profesional e incluso en caso de que dicha persona no pueda trabajar le den la incapacidad laboral.
Además, piden colaboración a las instituciones para que se cree un plan de vigilancia postocupacional. Una herramienta gestionada por el Departamento de Salud que seguiría el rastro de todas aquellas personas que estuvieron en contacto con el material para realizarles periódicamente pruebas. Ríos asegura que se seguiría el mismo modelo que se está siguiendo para los trabajadores en contacto con el amianto: "Para el amianto hay 14.000 personas inscritas a las que se les hace un seguimiento y una vez al año Osakidetza les llama para hacerles pruebas o una placa de tórax. Algo que permite detectar cualquier enfermedad de manera temprana".
Fuente: www.cronicavasca.elespanol.com
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