Los productos químicos forman parte de nuestro día a día. Toda la materia se compone de estos y están presentes en prácticamente todos los productos que se fabrican. Muchas de estas sustancias son incluso beneficiosas para nuestro bienestar y salud siempre que se utilicen de forma correcta, pero otras supone un gran peligro afectando de forma negativa tanto a nuestra salud como al medio ambiente.
La producción y el uso de los productos químicos se han incrementado de forma significativa en todo el mundo a lo largo de los últimos años, especialmente en los países de altos ingresos. Si no se garantiza su gestión adecuada podemos enfrentarnos a importantes problemas sanitarios y medioambientales. “Se necesita con urgencia una acción multisectorial para proteger la salud humana de los efectos nocivos de los productos químicos gestionados de forma inadecuada”, ha advertido la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Razón que ha llevado a la agencia de salud de la ONU a recoger la mayor evidencia científica posible y recomendaciones relativas a la gestión de riesgos de los 10 productos químicos o grupos de productos químicos que suponen una importante preocupación en términos de salud pública.
La contaminación del aire (tanto el exterior como en de interiores) es la presencia en él de agentes químicos, físicos o biológicos que alteran las características naturales de la atmósfera.
La OMS advierte de que el 99% de la población mundial respira aire que supera los límites recomendados y contiene altos niveles de contaminantes. Los contaminantes más preocupantes para la salud pública son las partículas en suspensión, el monóxido de carbono, el ozono, el dióxido de nitrógeno y el dióxido de azufre. La contaminación del aire exterior y de interiores provoca enfermedades respiratorias y de otros tipos y es una de las principales causas de morbimortalidad.
Se trata de un elemento metaloide que forma una serie de compuestos venenosos. Se encuentra ampliamente distribuido por toda la corteza terrestre y puede ser liberado a la atmósfera y al agua a través de actividades tanto naturales como humanas.
La OMS alerta de que el arsénico inorgánico soluble es altamente tóxico. Su ingesta durante un periodo prolongado puede provocar intoxicación crónica por arsénico (arsenicosis). Sus efectos, que pueden tardar varios años en desarrollarse en función del nivel de exposición, incluyen lesiones cutáneas, neuropatía periférica, síntomas gastrointestinales, diabetes, enfermedades cardiovasculares, y cáncer en varios órganos como la piel.
La mayor amenaza para la salud pública reside en el uso de agua contaminada. Los pescados, mariscos, carnes, aves de corral, productos lácteos y cereales también pueden ser fuentes alimentarias de arsénico, aunque la exposición a través de estos alimentos suele ser muy inferior a la exposición a través de aguas subterráneas contaminadas. En el marisco, el arsénico está presente principalmente en su forma orgánica menos tóxica.
El arsénico inorgánico está presente en altos niveles de forma natural en las aguas subterráneas de diversos países, como Argentina, Bangladesh, Chile, China, la India, México y Estados Unidos.
La OMS informa de que todos los tipos de asbesto provocan cáncer de pulmón, mesotelioma, cáncer de laringe y ovario y asbestosis (fibrosis de los pulmones). La exposición al asbesto se produce a través de la inhalación de fibras en el aire en el ambiente de trabajo, aire ambiental en las cercanías de fuentes puntuales como fábricas que manejan asbesto, o el aire interior en viviendas y edificios que contienen materiales de asbesto friables (desmenuzables).
Actualmente, alrededor de 125 millones de personas en el mundo están expuestas al asbesto en el lugar de trabajo. En 2004, el cáncer de pulmón relacionado con el asbesto, el mesotelioma y la asbestosis por exposiciones ocupacionales causaron 107.000 muertes y 1.523.000 años de vida ajustados por discapacidad. Además, varios miles de muertes pueden atribuirse a otras enfermedades relacionadas con el asbesto, así como a exposiciones no ocupacionales al asbesto.
La exposición humana al benceno se ha asociado con una variedad de enfermedades y efectos adversos agudos y a largo plazo para la salud, entre los que destacan el cáncer y problemas hematológicos.
La exposición puede ocurrir en el lugar de trabajo, en el ambiente general y en el hogar como resultado del uso generalizado de productos derivados del petróleo que contienen benceno, incluidos los combustibles para motores y los solventes. La exposición activa y pasiva al humo del tabaco también es una fuente importante de exposición. El benceno es muy volátil y la exposición se produce principalmente por inhalación.
El cadmio tiene efectos tóxicos sobre los riñones, así como sobre los sistemas óseo y respiratorio. Está clasificado como carcinógeno humano. Generalmente está presente en el medio ambiente en niveles bajos; sin embargo, la actividad humana ha aumentado considerablemente los niveles medioambientales relevantes para la exposición de la población.
El cadmio puede viajar largas distancias desde la fuente de emisión por transferencia atmosférica. Se acumula fácilmente en muchos organismos, especialmente en moluscos y crustáceos. Las concentraciones más bajas se encuentran en vegetales, cereales y raíces ricas en almidón.
La exposición humana se produce principalmente por el consumo de alimentos contaminados, la inhalación activa y pasiva del humo del tabaco y la inhalación por parte de los trabajadores de una variedad de industrias.
Se trata de contaminantes orgánicos persistentes que pueden viajar a largas distancias desde la fuente de emisión y bioacumularse en las cadenas alimentarias. La exposición humana se ha asociado con una amplia variedad de efectos tóxicos, incluyendo problemas de reproducción y del neurodesarrollo, inmunotoxicidad, efectos sobre las hormonas tiroideas, hígado y el desarrollo dental. También son cancerígenos.
Estas sustancias son subproductos no deseados de la combustión y varios procesos industriales, como el blanqueo con cloro de la pulpa de papel y la fundición. La exposición de la población general a las dioxinas y sustancias similares a estas ocurre principalmente a través del consumo de alimentos contaminados, pero pueden producirse niveles más altos de exposición en entornos laborales.
La ingesta de fluoruro tiene tanto efectos beneficiosos, al reducir la incidencia de caries dental, como efectos negativos, al causar fluorosis esquelética y del esmalte dental después de una alta exposición prolongada. Los rangos de ingestas que producen estos efectos opuestos no están muy separados.
La ingesta excesiva de fluoruro generalmente ocurre a través del consumo de agua subterránea naturalmente rica en fluoruro, particularmente en climas cálidos donde el consumo de agua es mayor, o donde se utiliza agua con alto contenido de fluoruro en la preparación de alimentos o el riego de cultivos.
Dicha exposición puede provocar fluorosis dental o fluorosis esquelética incapacitante, que se asocia con osteosclerosis, calcificación de tendones y ligamentos y deformidades óseas. Si bien la prevalencia mundial de la fluorosis dental y esquelética no está del todo clara, se estima que las concentraciones excesivas de fluoruro en el agua potable han causado decenas de millones de casos de fluorosis dental y esquelética en todo el mundo durante años. Aunque la eliminación del exceso de fluoruro del agua potable puede ser difícil y costosa, existen soluciones de bajo costo que se pueden aplicar a nivel local.
El plomo es un metal tóxico cuyo uso generalizado ha causado una gran contaminación ambiental y problemas de salud en muchas partes del mundo.
Es un tóxico acumulativo que afecta múltiples sistemas corporales, incluidos los sistemas neurológico, hematológico, gastrointestinal, cardiovascular y renal. Los niños son particularmente vulnerables a los efectos neurotóxicos del plomo, e incluso niveles relativamente bajos de exposición pueden causar daños neurológicos graves y, en algunos casos, irreversibles.
Las reducciones recientes en el uso de plomo en la gasolina, la pintura, la plomería y la soldadura han resultado en reducciones sustanciales en las concentraciones medias de plomo en la sangre a nivel de la población. Sin embargo, todavía quedan importantes fuentes de exposición, particularmente en los países en desarrollo.
El mercurio es tóxico para la salud humana y representa una amenaza especial para el desarrollo del niño en el útero y en las primeras etapas de la vida. El mercurio existe en varias formas: elemental (o metálico); inorgánicos (por ejemplo, cloruro de mercurio); y orgánicos (por ejemplo, metilmercurio y etilmercurio), que tienen diferentes efectos tóxicos, afectando a los sistemas nervioso, digestivo e inmunológico, así como a los pulmones, los riñones, la piel y los ojos.
La exposición humana se produce principalmente a través de la inhalación de vapores de mercurio elemental durante los procesos industriales y mediante el consumo de pescado y mariscos contaminados.
Los plaguicidas altamente peligrosos pueden causar efectos tóxicos agudos o crónicos, y plantean riesgos específicos para los niños. El uso extendido de estos productos ha causado problemas de salud y muertes en muchas partes del mundo, por lo general como consecuencia de la exposición laboral y la intoxicación accidental o deliberada.
Fuente: www.consalud.es
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