El problema del amianto en España parece no tener fin, pese a que su uso quedó prohibido en el año 2002. La ausencia de inventarios que identifiquen la presencia de este material tóxico y cancerígeno en las viviendas e infraestructuras del Estado abre la puerta a que el asbesto termine camuflándose en el material reciclado tras las demoliciones que se utiliza cómo árido para nuevas obras, concretamente para reasfaltar y crear bacheado de carreteras y caminos.
El actual anteproyecto de ley de residuos prioriza que se realicen demoliciones selectivas para tratar de separar los materiales peligrosos antes de derrumbar el edificio y evitar que terminen mezclados con el resto de escombros, los cuales pasan a ser tratados en plantas de reciclaje donde son triturados para su reutilización. "El problema es que esto no se está haciendo nunca", denuncia Carlos Arribas, responsable de la campaña de Residuos de Ecologistas en Acción, que explica que aunque se puedan identificar algunos materiales de amianto como las placas de uralita más visibles, la mayor parte del asbesto y del cemento fibrado se encuentra oculto en las bajantes o en los aislantes de las paredes y termina siendo derruido de manera global. De esta forma, "aunque las cosas se hagan bien y se tramite una licencia para demolición selectiva, gran parte de los materiales terminan mezclados y de camino a las plantas de reciclaje", arguye el activista ecologista.
Para Antonio Bernardos, arquitecto y coordinador de la Plataforma por una Ley Integral del Amianto, la raíz del problema tiene que ver con que España no está cumpliendo con las obligaciones marcadas por Europa de identificar todos los puntos negros dónde haya amianto. "No se están haciendo identificaciones y si se hacen es de los puntos visibles y evidentísimos, como las placas de uralita, pero en la mayoría de los casos, el amianto que está oculto no se identifica", explica el experto. "Gran parte del amianto que tenemos en los edificios está oculto en las bajantes y cuando se da una demolición, termina en lo que llamamos todo en uno, que es el material de derribo".
En este punto se abren dos problemas a nivel de salud pública. Por un lado el de los trabajadores de las plantas de RCD (Residuos de Construcción y Demolición) que podrían estar expuestos a las partículas de asbesto. De hecho, hace varias semanas, el Grupo por una Ley Integral de Amianto identificó un vídeo en el que varios empleados realizaban la separación de imperfectos previa a la fabricación de los áridos reciclados sin ningún tipo de protección. Por otro lado, se abre la puerta a que el amianto vuelva a las calles de una forma mucho más difícil de identificar, mezclado con otras sustancias, y en lugares públicos como carreteras. "Eso te lo sueltan en un camino para bachearlo, vas tú y te lo encuentras, lo pisas con la bici, tu hijo lo coge con las manos y sigue el escándalo", lamenta Leonardo Visconti, de la plataforma contra el amianto.
Si el árido reciclado se contamina, el resto de amianto "va a ser indetectable", sostiene Bernardos. "La única solución es comenzar a realizar un censo para evitar que las personas se expongan", comenta. También aparecen otras medidas complementarias a ese inventario que tanto reclaman ecologistas y expertos sanitarios, como la creación de un certificado libre de amianto expedido por las Administraciones públicas que permita asegurar que los áridos reciclados no cuentan con restos de este material tóxico.
Josep Tarrés, neumólogo y doctor en Medicina, es una de las personas que más ha estudiado los efectos del amianto en la salud de las personas. A su juicio, la sociedad española se encuentra en el inicio de "una epidemia" en la que la enfermedad en cuestión es el cáncer de pleura o mesotelioma, una afección silenciosa para la que no existe ningún tratamiento. "El tiempo medio de vida desde que se diagnostica es de unos 15 meses", explica el experto. Se trata de un cáncer relacionado exclusivamente con la exposición al asbesto cuyo desarrollo tiene una latencia de hasta cuatro décadas. El filósofo Jesús Mosterín, que falleció en 2017 a causa de un mesotelioma, narró en un artículo para El País cómo los juegos de su infancia cerca de una fábrica de amianto en Bilbao se convirtieron cincuenta años después en la explicación de su enfermedad; una historia dura que refleja la problemática de la exposición al asbesto.
Pero además de esta enfermedad, las partículas de amianto producen otras dolencias mortales. "Entre el 15% y el 20% del cáncer de pulmón que se detecta en España tiene relación con la exposición al amianto", advierte el neumólogo catalán. Los largos periodos de latencia de estos tumores hacen pensar a Tarrés que España se encuentra en una primera fase de la epidemia. Tanto es así que la tasa de contagios se encontraba a principios de siglo XX en un caso por cada millón de habitantes; en los años 90, pasó a los 4 casos por cada millón; y, según los últimos datos manejados por el investigador, entre 2005 y 2015 ya habría una incidencia de 7 casos de mesotelioma por cada millón de personas.
"Ahora que todo el mundo habla con términos epidemiológicos, se puede decir que hubo una primera ola de afectados por el amianto relacionada con su uso industrial en fábricas; una segunda ola, marcada por su uso en construcciones como colegios; y una tercera que está por llegar y que será difícil de determinar porque será por la dispersión del amianto", advierte Bernardos, en relación a las implicaciones que puede tener que el asbesto quede camuflado en materiales reciclados que se utilizan para obras de infraestructura pública. La magnitud es tal que, según las estimaciones del Grupo por la Ley Integral del Amianto, sólo con el material identificado ya en colegios habría un millón de niños expuestos en España que podrían desarrollar cáncer dentro de décadas. Esto podría verse agravado aún más si las partículas fibradas quedan reintegradas y sin identificar en los áridos reciclados de las nuevas construcciones.
Fuente: www.publico.es
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