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Cincuenta delitos de homicidio por imprudencia grave y otros 248 de lesiones por amianto

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«El día a día es criminal, no puedo hacer nada, me ahogo enseguida. Ni siquiera puedo jugar con mis nietos. Y todo porque nos han metido el veneno en el cuerpo». La trágica historia de Francisco Juan Tatay Aguilar pone rostro al drama por el que están atravesando cientos de extrabajadores de Unión Naval y sus familias debido, según cuentan, a la prolongada exposición al amianto que sufrieron durante su etapa en el astillero. Junto con sus compañeros José Asensi Miralles, José Pedrón Cornelio y Carlos Tabuenca Recatalá, narran para LAS PROVINCIAS sus vivencias en la compañía naviera. Francisco Juan era soldador y calderero, Asensi carpintero, Pedrón realizaba tareas de apoyo y Carlos se encargaba de las instalaciones eléctricas y todos ellos respiraban a diario un fino polvo que, en el caso del primero, le ha originado un mesotelioma, un cáncer que afecta a la pleura y cuyo único origen conocido es la exposición al asbesto, como también se conoce a este material, prohibido desde principios de la pasada década. Sus tres compañeros presentan placas pleurales, un reflejo de la exposición al amianto y el riesgo de que se traduzca en la antesala de sufrir alguna enfermedad grave, como las que ha costado la vida ya a medio centenar de exempleados del astillero. «La angustia que estamos viviendo es indescriptible porque es un drama a dos niveles. Tenemos compañeros que ya han fallecido y no sabemos cuándo se puede despertar el veneno que llevamos dentro», relata Asensi. «La angustia es psicológica, y se agrava simplemente por coger un constipado que nos dure más de cinco o seis días», añade Pedrón. Estos extrabajadores, que comenzaron su andadura en Unión Naval de Levante en la década de los 70, relatan cómo el amianto estaba presente en telas, tableros y hasta en la ropa de trabajo. «Lo usábamos para tapar los motores y poder soldar encima para no quemarnos pero, al mismo tiempo, estaban cortando láminas en la parte de arriba y el polvo te caía encima. No le dábamos importancia porque no sabíamos que era tan palo», recuerda Francisco Juan. «No teníamos ninguna medida especial de protección, incluso nos traían monos de trabajo hechos con amianto para ponerlos encima de la ropa y poder soldar sin quemarnos. Cuando hacía calor nos los poníamos directamente sobre la piel», lamenta este exempleado. Los antiguos integrantes describen cómo carecían de una sala separada para comer. «Utilizábamos las planchas de amianto como mesa, en las que poníamos hojas de periódico para que el bocadillo no se hiciera blanco con el polvo», describe Pedrón. «A la hora del bocadillo nos quitábamos el amianto de la ropa con mangueras de aire, almuerzo que calentaban en unas estufas que también tenían placas de amianto», resume Carlos. En el día a día, «en el mismo espacio coincidíamos todos y en lugar de extractores ponían ventiladores que conseguían levantar todavía más el polvo. Con los rayos de sol que entraban veías el brillo del amianto en suspensión», apunta Asensi, quien recuerda que, en sus tareas de carpintero, trabajaba a diario con tableros de asbesto, cortándolos y ajustándolos en los camarotes de los buques. «Nunca se dijo nada de mascarillas ni de que había que evitar tragarse el polvo», señala. Estos afectados recuerdan que comenzaron a tener conciencia de la problemática «cuando empezaron a surgir casos de enfermedades y muertos», allá por los primeros años de la pasada década. Recuerdan especialmente el caso de Antonio Pardines, el primer fallecimiento de un trabajador por el que un juzgado, en concreto el de lo Social número 15 de Valencia, condenó a la compañía a indemnizar a la viuda y sus hijos. A partir de éste y una decena de casos más «empezaron a hacer revisiones médicas serias», indicaron. Sin embargo, muchas de estas afecciones no empezaron a aparecer hasta varios años después. En el caso de Francisco Juan no fue hasta el pasado mes de diciembre cuando le detectaron las placas pleurales. «Me ahogaba y no podía andar, pero el médico de cabecera me decía que era un desgarro muscular... Hasta que me sacaron un litro de líquido del pulmón», asevera. En la actualidad, este afectado está siendo sometido a un tratamiento de quimioterapia. «Llevo dos operaciones y estoy con morfina porque este dolor es inaguantable. Igual no acabo ni el año. He llorado barbaridades. El médico me dijo, olvídate, no te vas a curar», resalta. «Estaré hasta que el cuerpo diga basta». Francisco Juan y sus tres compañeros son cuatro ejemplos de los 248 delitos de lesiones por imprudencia grave a la que se enfrentan 13 altos cargos de Unión Naval (antes de Levante y ahora de Valencia), junto con otros presuntos 50 delitos de homicidio también por imprudencia grave, en el proceso que se ha venido investigando en el Juzgado de Instrucción número 12 de Valencia. La magistrada, como avanzó este diario el pasado martes, acaba de dictar el auto de incoación de procedimiento abreviado. En concreto, el escrito supone el cierre de la investigación judicial y abre el periodo de presentación de los escritos de acusación. La instructora sostiene que existen indicios de que la compañía no garantizó las pertinentes medidas de seguridad para los trabajadores en la manipulación de amianto. Fuente: www.lasprovincias.es http://www.lasprovincias.es/comunitat/201604/24/tengo-veneno-dentro-igual-20160423235439-v.html

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