Desde el emperador Carlomagno hasta el personaje mafioso Tony Soprano, el asbesto o amianto fue considerado un mineral “milagroso” y con él se hicieron edificios, tanques, tejas, telas, trenes y cables, hasta que a fines del siglo pasado comenzó a prohibirse a lo largo del mundo tras conocerse que es cancerígeno, pese a lo cual en la Ciudad de Buenos Aires se se compraron vagones con este componente y aún hoy la desasbestización es un desafío.
El asbesto, conocido por la problemática de los trabajadores del subte porteño ya que produjo la muerte de tres de ellos y la enfermedad de 86, según datos que aporta el gremio que los nuclea, es un mineral considerado desde la antigüedad como “mágico” o “milagroso” por sus propiedades: no se quema, no se pudre, aísla el calor, el frío, el ruido y tiene una alta resistencia a la tracción.
En este sentido, la palabra “asbesto” proviene del griego antiguo y significa “inextinguible”, mientras “amianto” –otra palabra con la que se alude al mineral– deriva del latín y se puede traducir como “impoluto” o “puro”.
“El asbesto se utilizó de forma masiva y se lo conoce desde tiempos inmemoriales. Carlomagno tenía un mantel de amianto sobre la mesa donde recibía a los comensales que quería halagar. Cuando terminaban de comer, agarraba el mantel con restos y lo lanzaba al fuego. Luego tiraba de él y salía intacto”, contó Eduardo Rodríguez, exjefe del Programa de Salud del Trabajador del Ministerio de Salud y autor de la norma que prohibió el mineral en el país.
Luego, “llegó la época de la Revolución Industrial y se empezó a utilizar muchísimo en las calderas de barcos a vapor, hospitales, escuelas, cárceles, teatros, todo edificio grande, porque se descubrió que eliminaba la posibilidad de transmisión de calor y de incendios”, continuó Rodríguez, y detalló que “las calderas y los caños que salían de ellas se recubrían con tela de asbesto”.
Así, el uso del amianto se hizo extensivo durante el siglo XIX, pero sobre todo en el siguiente. Tal fue así que la nieve retratada en las películas El Mago de Oz (1939), Ciudadano Kane (1941) y White Christmas (1954) fue simulada a través de fibras de amianto, que de hecho se comercializaban para cubrir árboles de navidad en los hogares.
Sin embargo, en 1927 aparecieron las primeras demandas por los problemas que traía su uso y hacia fines del siglo lo prohibieron países como Suecia, Islandia, Noruega, Suiza, Austria, Países Bajos, Finlandia, Italia, Alemania, Brunei, Kuwait, Bahréin, Mónaco, Polonia, Bélgica, Arabia Saudita y Reino Unido.
En este sentido, el amianto fue incluido en la categoría de residuo controlado del Convenio de Basilea sobre el Control de los Movimientos Transfronterizos de Desechos Peligrosos y su Eliminación, que entró en vigor en 1992.
La razón que despertó estas prohibiciones fue que se observó que la exposición al asbesto causa enfermedades, y en este sentido, la Agencia Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC) lo clasifica como cancerígeno 1A, que significa que es cancerígeno para seres humanos.
El arbesto produce enfermedades como placas pleurales y cáncer de pulmón, laringe y ovario
“El asbesto produce una serie de enfermedades. La más benigna son las placas pleurales, que son las que tienen más de 80 trabajadores del subte”, detalló Rodríguez, que es médico y especialista en asbesto.
El resto de las enfermedades son la asbestosis, el mesotelioma –tumor maligno que afecta mayoritariamente la pleura, pero también el peritoneo o el pericardio– y distintos cánceres como el de pulmón, de laringe y de ovario.
En Argentina, la Resolución 823/2001 prohibió la “producción, importación, comercialización y uso de fibras de Asbesto variedad Crisotilo y productos que las contengan, a partir del 1° de enero de 2003”, y un año antes se había prohibido la variedad Anfiboles.
“Acá funcionó bien la prohibición. Lo que no pudimos evitar nunca fue que las aduanas pudieran impedir el ingreso en determinado momento de asbesto, como fue el caso de los trenes de España”, explicó Rodríguez.
En 2011 y 2012, el entonces jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, compró 36 coches modelo CAF 5000 al Metro de Madrid por 4,2 millones de euros, y en 2018 salió a la luz que contenían asbesto, pese a que desde 2003, según la normativa argentina, no se podía importar productos que estén constituidos por este mineral.
Por la presencia de asbesto en el subte, 2.150 trabajadores se encuentran bajo vigilancia médica, 86 padecen enfermedades pulmonares, seis tienen cáncer y tres fallecieron, informó Roberto Pianelli, secretario general de los metrodelegados.
En tanto, el amianto también está presente en calderas, tanques de agua, tejas, chapas de fibrocemento, conductos, instalaciones que requerían de aislamiento tanto térmico como sonoro o lugares prestos a la fricción en edificios antiguos de vivienda o establecimientos como hospitales, escuelas y cárceles.
Cuando comenzaron a conocerse a nivel mundial las enfermedades que puede causar el asbesto, el mineral empezó a retirarse de las construcciones o materiales que lo contenían o a descartarse, por lo general de forma inadecuada y peligrosa, como se observa en la serie Los Soprano, cuando Tony envía a tirar materiales con asbesto al río.
“En los edificios antiguos, en todos los que encontré les intimé retirar eso o sellar los lugares donde estaba el asbesto. A veces es mejor dejarlo donde está, cerrar la puerta y que no entre más nadie que sacarlo”, contó Edgardo Castro, el ingeniero ambiental y exinspector de la Ciudad de Buenos Aires.
La necesidad de una guía de procedimiento para quitar el asbesto
En este sentido, las y los especialistas entrevistados resaltaron la importancia de que el retiro del asbesto siempre debe hacerse bajo condiciones de seguridad avaladas por profesionales del amianto.
“Algo muy importante es que no hay obligación de sacar el amianto porque si no se presta a que se saque mal. Sí hay obligación de presentar un proyecto de remoción de amianto en la Agencia de Protección Ambiental del Gobierno de la Ciudad. Y si se saca se tienen que seguir determinados pasos para no hacerlo mal”, explicó Susana Mühlmann, arquitecta especializada en procedimientos seguros para detección, tratamiento y remoción de amianto instalado en edificios.
Como medidas para dar respuesta a la problemática del asbesto, las y los expertos resaltaron la necesidad de contar con normativas que establezcan una guía de procedimiento para quitar el asbesto.
Además, Pianelli recomendó la creación de un mapa de riesgo en la Ciudad de Buenos Aires para identificar dónde se encuentra instalado el material y tener un “0800 asbesto” para brindar información y responder dudas.
Mientras, Rodríguez destacó que “debería haber un límite ambiental” además del laboral, en referencia al establecimiento de una concentración ambiental de este agente en el aire, “sabiendo igualmente que para cualquier cancerígeno no existe un límite seguro: este debería ser cero”.
Fuente: www.elciudadanoweb.com
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