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Amianto y los niños

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La afectación de los niños por el amianto, está en el mascarón de proa de nuestra obra «Amianto. Un Genocidio Impune», en la que la segunda de sus Dedicatorias (que aquí reproducimos seguidamente) está destinada a la memoria de los niños sudafricanos, mineros del asbesto, a una parte de los cuales, unos miserables sin alma, pagaban su mortal trabajo con golosinas. Dedicatoria incluida en el libro «Amianto. Un genocidio impune», del mismo autor: «A la memoria de los niños mineros de las minas sudafricanas del amianto. El médico forense Dr. Gerrit Schepers, en un informe sobre una inspección realizada en 1949 a la mina de Penge, en la provincia de Limpopo, decía lo siguiente: “La exposición era brutal y sin control. Vi niños dentro de grandes bolsas de transporte, pisoteando la esponjosa amosita, que a lo largo de todo el día iba cayendo sobre sus cabezas. Un corpulento supervisor les mantenía pisoteando el amianto con brío, con ayuda de una pesada fusta. Creo que esos niños sufrieron la máxima exposición posible al amianto. Las radiografías revelaron que varios de ellos sufrieron asbestosis radiológica con cor pulmonale, antes de los 12 años.” El doctor Schepers, que era un empleado del gobierno sudafricano, se había visto obligado a firmar documentos que amenazaban con una sentencia de cárcel, en el caso de que se filtrara información sobre la investigación relativa al amianto, que estaba haciendo. Por consiguiente, el contenido de su informe no tuvo oportunidad de coincidir en tiempo y espacio, allí y cuándo habría podido incidir en el desarrollo inmediato de los acontecimientos. Tres factores, por lo tanto, convergiendo al resultado: una industria, con el comportamiento más deleznable que quepa imaginar, un gobierno complaciente con ella, y cómplice, por inacción y por ocultamiento activo, y, finalmente, una política de “conspiración de silencio”, que, como tendremos ocasión de poder ver reiteradamente, es toda una constante en el desarrollo de la historia del uso industrial del amianto: Mallinder (2011). Véase también: Meeran (2011), Felix et al. (1993), Braun & Kisting (2006). El hecho de que un niño asbestósico presente ya cor pulmonale, significa, como es bien sabido, que se trata de una fibrosis en estado avanzado de desarrollo, que en cualquier otro entorno y situación habría determinado mucho antes un cese fulminante y permanente de cualquier tipo de actividad laboral, y que en cualquier caso necesariamente ha de desembocar bien pronto, en un desenlace mortal. Ver: Gibbons (2000). Algunos eran llamados “niños mecheros”. Ellos tenían el cometido de encender las mechas, después de que los técnicos hubieran situado los explosivos. Tenían que correr todo lo que pudieran, para evitar los efectos de la explosión. La rápida carrera precisaba de una respiración agitada, frecuente y profunda. La respiración extrema, determinaba una contaminación incrementada. La mayor exposición, determinaba un avance de la asbestosis, más rápido e importante. La asbestosis más avanzada, determinaba una mayor disnea. La disnea incrementada, determinaba una menor velocidad en la huida. La escapada menos rápida, determinaba una mayor probabilidad de ser alcanzado por la explosión, con efectos traumáticos, mortales. Así se cerraba el círculo infernal de su espantosa vida. De los 7.500 demandantes registrados en el año 2001, el seis por ciento –es decir, 450-, habían trabajado ya en las minas, cuando tenían menos de siete años. En la mina Keikamspoort, cercana a Ciudad del Cabo, a los niños, empleados en el procesado del crudo de amianto, se les pagaba con golosinas. Niños sin infancia, infantes sin niñez. Desde 1941 hasta 1992, los hermanos Schmidheiny asumieron un papel preponderante en la propiedad de la minería del amianto en Sudáfrica. Cuando el Dr. Schepers emitió su informe, por consiguiente, hacía ya ocho años en los que la propiedad de las minas estaba en manos, en buena medida, de la citada familia: Roselli (2010) –versión en español-, págs. 116-128. A Stephan Schmidheiny, según tendremos ocasión de ver en su momento, lo encontraremos haciendo de mecenas de un supuesto ecologismo, cual íncubo del filantrocapitalismo». ...... Fuente: www.rebelion.org http://www.rebelion.org/noticia.php?id=196895

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