A lo largo y ancho de toda España, hay grandes concentraciones de un veneno tan peligroso como sutil, una sustancia utilizada en fibras y materiales de construcción durante décadas cuando se desconocían sus cualidades más nefarias, esta sustancia es el amianto, también conocido como asbesto.
Después de que su uso e importación fuese limitado a principios del siglo XXI, muchas fábricas y centros productores de fibrocemento y otros materiales compuestos a partir de amianto se vieron inundados de un contaminante peligroso que debe ser erradicado siguiendo protocolos muy delicados.
Idealmente, las autoridades debieron haberse dedicado al acopio, transporte y erradicación del amianto de una manera segura y responsable para las personas y el medio ambiente, pero este no fue el caso, toneladas de este peligroso material pasaron años acumuladas en bodegas y depósitos hasta que finalmente encontraron su camino hasta vertederos clandestinos, donde sus altas concentraciones están dando lugar a problemas de contaminación sin precedentes en España.
Al encontrarse libre en el entorno, el amianto comienza desgastarse por acción del viento y la lluvia, extendiendo su peligrosa carga cancerígena a través de áreas naturales y urbanas por igual.
Además de esto, la falta de control por parte de las autoridades permite que en distintas comunidades las personas dispongan de estos desechos y los utilicen como materiales reciclados sin estar conscientes de que extienden un contaminante peligroso.
Lo más lamentable es que toda esta situación que afecta al medio ambiente, la salud y la calidad de vida de la ciudadanía es vista con apatía por las autoridades, que ven como el amianto contaminante se extiende por España sin tomar acciones al respecto.
El mineral de amianto ha sido conocido y minado por distintas civilizaciones desde tiempos remotos y se cree que las artesanías realizadas con él son la base de las leyendas sobre velas cuya mecha nunca se consume y mantos o capas resistentes al fuego.
No fue sino hasta finales del siglo XIX cuando los avances en la minería e industrialización llevaron a una mayor explotación del amianto que se utilizaba para la elaboración de una gran variedad de productos, desde tuberías, techos y elementos de construcción hasta fibras textiles resistentes al calor usadas con fines industriales, domésticos y médicos; no sería una exageración decir que el amianto fue uno de los materiales que dio forma al siglo XX.
Sin embargo, a medida que su demanda y su uso se extendieron por el mundo, la gente comenzó a notar una curiosa situación. En las comunidades donde se extraía y se trabajaba con amianto las personas desarrollaban enfermedades pulmonares severas causadas por las fibras del mineral que se acumulaban en su sistema respiratorio.
Al comienzo esto se veía como una consecuencia inevitable de trabajar con el material, pero estudios posteriores demostraron que el polvo de amianto liberado por la erosión de techos, tuberías y demás estructuras de fibrocemento, sin contar los productos textiles, tenían propiedades cancerígenas y tóxicas elevadas.
Estos descubrimientos llevaron a que este material fuese sustituido y regulado como un contaminante peligroso aunque aún se extrae y utiliza en algunos lugares del mundo.
Con toda esta historia detrás, resulta aún más sorprendente que el gobierno de España no reaccione ante un contaminante tan peligroso y de un manejo tan delicado como lo es el amianto.
En este punto, es vital establecer políticas firmes para su manejo y erradicación, y buscar maneras de mitigar los daños que ya ha causado en el ambiente y la salud de los ciudadanos, aunque ya podría ser demasiado tarde para evitar algunos de los peores efectos causados por largos años de ignorar al amianto como contaminante.
Fuente: www.medioambiente.esdiario.com
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