En Hatay, sur de Turquía, todavía se están demoliendo los edificios en ruinas que dejó el devastador terremoto del 6 de febrero, en el que murieron más de 50.000 personas. Algunos caminan cerca de los escombros, también los niños, buscando un lugar para jugar a la pelota, sin saber que están inhalando una sustancia que mata en silencio: el asbesto. Ese material, también llamado amianto, ha contaminado las plantas, el suelo y los escombros, desatando una crisis de salud pública en la región del terremoto, según una investigación exclusiva de la redacción turca y la de medioambiente de DW.
Un equipo de expertos de la Cámara Turca de Ingenieros Medioambientales recolectó muestras de polvo en Hatay que luego fueron analizadas por encargo de DW en un laboratorio acreditado internacionalmente. Los resultados muestran la presencia de asbesto en la región, a pesar de que las autoridades afirman lo contrario.
Expertos en salud pública dijeron a DW que la gente que vive en la región golpeada por el terremoto, incluyendo a miles de niños, están expuestos a un serio riesgo de desarrollar cáncer de pulmón y de laringe debido al asbesto. El mesotelioma, un cáncer particularmente agresivo, es otra gran amenaza.
"En los próximos años, nos enfrentaremos a la muerte de decenas de miles de personas muy jóvenes debido a casos de mesotelioma”, dijo a DW Ozkhan Kaan Karadag, un médico y experto en salud pública y laboral, luego de ver los resultados iniciales de la investigación de DW.
El amianto era considerado un material importante en la construcción, hasta que fue declarado "definitivamente carcinógeno” por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Pero aún está presente en muchos edificios en Turquía que fueron construidos antes de la prohibición de su venta en ese país, en 2010.
El terremoto del 6 de febrero destruyó unos 100.000 edificios en 11 ciudades. Más de 200.000 personas sufrieron graves daños. La ONU también estimó que el terremoto, junto con otro más pequeño, dos semanas después, dejó entre 116 y 210 millones de toneladas de escombros. Cantidad suficiente para cubrir un área de casi el doble del tamaño de Manhattan.
Las advertencias llegan también desde la Unión de Cámaras de Ingenieros y Arquitectos de Turquía, ya que el peligro del asbesto no está siendo considerado en la remoción de escombros y el manejo de desechos. Pero Mehmet Emin Birpinar, entonces viceministro de Medio Ambiente, Urbanización y Cambio Climático, escribió en las redes sociales en junio que no había amianto en el aire: "Nuestros ciudadanos en la zona del terremoto pueden estar tranquilos: estamos trabajando con mucho cuidado con el amianto", afirmó.
Sin embargo, el análisis de 45 muestras de seis vecindarios diferentes en Hatay contradice las declaraciones oficiales. Se tomaron 16 muestras de forma aleatoria, incluyendo polvo de la parte superior de las tiendas de campaña donde viven miles de personas que se quedaron sin hogar tras el sismo, así como de hojas de plantas, de frutas, del suelo y de los escombros. Todas las muestras contienen asbesto.
En Gaziantep, a 200 kilómetros de Hatay, DW tomó una última muestra de polvo del techo de su coche de alquiler que dio positiva de amianto. El equipo había tomado una muestra de control antes de partir de Gaziantep hacia Hatay después de haber lavado el coche dos días antes. Los expertos afirman a DW que eso demuestra cómo el material fibroso puede adherirse a los vehículos y recorrer largas distancias.
El cáncer producido por la exposición al asbesto puede tardar décadas en aparecer. Sin embargo, el denso polvo en la región ya está dañando la salud, y los niños son los que corren el mayor riesgo, aseguran los especialistas.
En abril, el Colegio de Abogados de Hatay, junto con organizaciones de defensa de la salud y el medioambiente, presentaron una demanda para detener las actividades de demolición en la ciudad, pero el caso sigue pendiente después de cinco meses. El abogado Ecevit Alkan es uno de los que luchan contra las malas prácticas de remoción de escombros. Mostró a DW las áreas usadas como vertederos de escombros en Hatay: una de ellas, cerca de una escuela secundaria, el barrio de contenedores para víctimas del terremoto, y un canal de riego para la agricultura. "Es muy peligroso usar estos lugares como vertederos de escombros, tanto para los seres humanos como para el medioambiente”, señala Alkan.
El riesgo podría minimizarse si se removiera el material que contiene asbesto antes de demoler los edificios y viviendas, explica Utku Firat, un ingeniero medioambiental que ayudó a DW a recolectar muestras del terreno. "No solo no hicieron eso, sino que tampoco cubren los camiones que transportan los escombros”. Eso ya hubiera sido de gran ayuda por parte de las autoridades y las empresas de demolición, dice Firat.
Aunque el daño ya hecho a la gente no se puede revertir, aún se podrían tomar medidas para disminuirlo, como la distribución de mascarillas protectoras para los habitantes -que deberían ser animados a usarlas- y los trabajadores. "Las unidades de vivienda afectadas por el polvo de asbesto deberían ser identificadas y trasladadas a otros lugares para ser demolidas”, concluye.
Pero el primer paso es que las autoridades admitan el problema, que informen a la población y que organicen la remoción segura del material cancerígeno.
Fuente: www.dw.com
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